El consejero de Sanidad del Gobierno de Aragón, Sebastián Celaya, estuvo el jueves por la provincia y lo dejó claro: que nos olvidemos de la Unidad de Radioterapia Satélite en el futuro hospital de Teruel. Que eso es para centros que atienden a mucha gente y que aquí, además de pocos, dentro de nada vamos a ser menos porque los datos demográficos así lo dicen.
Y que nadie crea que es una cuestión de dinero, para nada, que son criterios de medicina de alta precisión y de número de pacientes, sin más.
Eso sí, Sanidad está pensando en nosotros. Trabaja, reiteró el consejero, en poner taxis individuales para que la gente de Teruel que tiene que ir a Zaragoza o a Valencia a recibir radioterapia no lo haga en ambulancias compartidas.
Bueno, pues lo que dice ahora Celaya choca frontalmente con el programa de política demográfica que ha elaborado un colega suyo, el consejero de Vertebración, José Luis Soro.
Dice, textualmente, la Directriz Especial de Política Demográfica y contra la Despoblación, en su punto 3.3 referente a dotación de medios sanitarios, que hay que “mejorar la prestación de servicios sanitarios en el medio rural para evitar desplazamientos y mejorar la calidad de vida de las personas que habitan en el medio rural”.
Así pues, estaría bien que el Gobierno de Aragón nos aclare, y lo haga cuanto antes, a qué debemos atenernos los turolenses, porque no tiene sentido que se diseñe un ambicioso y estudiado plan contra la despoblación y por otro lado nos vengan con el cuento de que aquí no somos gente suficiente para según que cosas y servicios.
Si como dice el consejero Celaya no es una cuestión de dinero, todavía es más sangrante el asunto, porque da la sensación de que la escasa población se puede utilizar a conveniencia para dotar o no de servicios a esta provincia.
De todas formas, el consejero tiene tiempo para reflexionar y rectificar. Hasta dentro de “5 ó 6 años”, como dice, aquí no tendremos en marcha el nuevo hospital. Y si tiene alguna duda, que se lea el plan de su Gobierno contra la despoblación. Que lo dice claro y meridiano.
Hace una semana, la Asociación Pozos de Caudé entregó a sus familias los restos de cinco hombres que fueron fusilados en Villastar en 1936 y que, como muchos otros, acabaron en una fosa común.
Solo tres días después de aquello, una senadora del PP por León protagonizó uno de los momentos más bochornosos de la actual legislatura -y eso que el listón está bastante alto- cuando reprochó al Gobierno haber incluido 15 millones de euros en los PGE “destinados a que ustedes desentierren unos huesos en lugar de mejorar a los jueces y fiscales". Así, como suena.
Paco Caretas y Chema Vistebien tenían el mejor trabajo del mundo. Eran los pinchandiscos del Canary, el mítico bar de La Zona de Teruel que regentaba Samuel.
Parapetados en su cabina con cristales, tenían el poder de hacernos escuchar la música que les apetecía en cada momento. Eso sí, a veces atendían peticiones: Ahora algo de Golpes Bajos; el involdable Dissidenten, de Fata Morgana; lo último de Danza Invisible, Smashing Pumpkins o los Jesus and Mary Chain, que por algo íbamos de modernos y llevábamos los pantalones remangados.
El jueves se montó lío en las redes sociales por el anuncio del cierre de la mítica librería Los Portadores de Sueños de Zaragoza, algo que ya vivimos en 2015 cuando echó la persiana la inolvidable Negra y Criminal de Barcelona.
Dicen los dueños, Eva Cosculluela y Félix González, que la vaca no da lo suficiente, que no se venden libros como antes y que tener tanto inmovilizado en las estanterías es una ruina caracolera.
Como era de esperar, hubo cientos de miles de comentarios sobre el drama que supone la clausura de un comercio que ha si...
Hace ya unos años vi en un cine de Barcelona una película llamada El gran silencio. 164 minutos de cinta, dirigida por Philip Gröning, donde se cuenta el día a día de los cartujos de la Grande Chartreuse, en Francia. No hay palabras. Solo el sonido dentro del monasterio.
Me fascinó que una película fuera capaz de atraparme a la butaca durante casi tres horas sin un solo diálogo. El sonido de la lluvia, de la nieve, de los cartujos cortando cebolla o el crujido de la madera de un reclinatorio cuando se arrodillaban para rezar.
Un conocido político turolense me ha colgado el teléfono después de llamarme de todo, menos bonito, por haber publicado una información.
Una señora octogenaria me ha mandado una carta, escrita de su puño y letra, dando las gracias a los que trabajamos en el periódico porque así está conectada con la realidad de Teruel.
Una madre indignada se ha presentado en mi despacho para echarme en cara que hayamos publicado las iniciales de su hijo, que fue detenido por conducir borracho como una cuba.
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El consejero de Sanidad del Gobierno de Aragón, Sebastián Celaya, estuvo el jueves por la provincia y lo dejó claro: que nos olvidemos de la Unidad de Radioterapia Satélite en el futuro hospital de Teruel. Que eso es para centros que atienden a mucha gente y que aquí, además de pocos, dentro de nada vamos a ser menos porque los datos demográficos así lo dicen.
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Así pues, estaría bien que el Gobierno de Aragón nos aclare, y lo haga cuanto antes, a qué debemos atenernos los turolenses, porque no tiene sentido que se diseñe un ambicioso y estudiado plan contra la despoblación y por otro lado nos vengan con el cuento de que aquí no somos gente suficiente para según que cosas y servicios.
Si como dice el consejero Celaya no es una cuestión de dinero, todavía es más sangrante el asunto, porque da la sensación de que la escasa población se puede utilizar a conveniencia para dotar o no de servicios a esta provincia.
De todas formas, el consejero tiene tiempo para reflexionar y rectificar. Hasta dentro de “5 ó 6 años”, como dice, aquí no tendremos en marcha el nuevo hospital. Y si tiene alguna duda, que se lea el plan de su Gobierno contra la despoblación. Que lo dice claro y meridiano.
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Agotado
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