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El torrezno El torrezno

El torrezno

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Javier Lizaga

Las amenazas ya no son los otros sino nosotros mismos. Lo dice el alemán Byung-Chul Han, un filósofo más difícil de pronunciar que de entender. Resumido, nos dibuja como una sociedad de la multitarea (eso de mal-hacer tres cosas a la vez, entre ellas estar pendientes de interné), de hiperactivos (es una ilusión eso de ser más libre cuando más activo) y que acaba cansada y derrotada por las propias metas que se marca: “uno se explota a sí mismo, haciendo posible la explotación sin dominio”. Ya sé que esto es mucha marcha para una simple columna pero prefiero poner buen vino, aunque sea para hacer calimocho, como en Aranda de Duero. Como explica Han, nos han convencido para pasar de ser la sociedad del No a la sociedad del “yes we can”. Hemos pasado de ser soberanos trabajadores que decían “no”, a gilipollas, eso lo digo yo, convencidos de que todo se puede, que acaban frustrados y trastornados.

Mi primera conversación con Pablo Casado giró sobre un torrezno. Su visita a Teruel y posterior charla ante los acólitos, de nuevo exceso de uno mismo diría Han, comenzó con canutazo ante los periodistas que me hizo entender que, a veces, los políticos no admitan preguntas, que no es por las preguntas, es por las respuestas. Casado, cuatro de la tarde, se sinceró: “vengo sin comer, pero hemos parado en Molina de Aragón y me he comido un buen torrezno y con eso estoy fenomenal”. El torrezno se había convertido en un elemento liberalizador y socializador. Si hay torreznos, que se destruyan las clases sociales.

Me he acordado de todo esto con el máster de Cifuentes. Con los políticos me pasa como con algunos jugadores de fútbol, de muchos espero más un buen fingimiento, de esos que acaban en penalti, que una buena jugada. Soy más duro con la universidad. Muchos de sus dirigentes y profesores me han recordado que Hitler intentó escaparse primero de hacer el servicio militar y miren cómo acabó. Las mismas universidades que contratan falsos autónomos para cubrir plazas de profesores, que priman la endogamia (miren los currículos de sus profesores), que prefieren un artículo con una hipótesis a un docente con experiencia laboral, la misma universidad politizada y servil, ésa donde puedes estudiar 5 años periodismo sin encontrar a un periodista real en el profesorado, ésa con profesores analfabetos funcionales, ésa es la que se rasga las vestiduras.