Síguenos
Magníficos de leyenda Magníficos de leyenda
Los cinco magníficos, la leyenda del Real Zaragoza

Magníficos de leyenda

banner click 244 banner 244
Javier Hernández-Gracia

El fútbol de la España en blanco y negro tenía una parte de épica que se apoyaba en las voces narradoras de la radio, la retransmisión televisiva de partidos era infinitamente más escasa que en la actualidad y qué decir de los resúmenes visuales en informativos y telediarios (nada de nada, el video no existía). La radio era la compañera cómplice del aficionado. En mi caso todo lo que sé de historia del fútbol se lo debo a mi padre, de ese fútbol en blanco y negro, de película con niebla; de ese Mundial de 1934 disputado en la Italia de Mussolini, con aquel soberbio partido de la selección de la República española que sufrió la extrema violencia de los jugadores italianos y la permisividad del árbitro belga, partido que terminó en tablas 1-1 obligando a un partido de desempate jugado en Florencia y que fue calificado como “La Batalla de Florencia”. Con bochornoso arbitraje de un Suizo al que su propia federación expulsó.
Y después la guerra civil española, ausencia del fútbol español en el Mundial de Francia y el Levante campeón de la Copa de la España libre, la competición que se desarrolló en el territorio republicano. Acabada la guerra, de nuevo la liga, la España franquista que convirtió al fútbol en uno de esos sagrados estandartes del régimen, en suma, y aparte de otras consideraciones todo lo que tenía algún grado de popularidad era aprovechado por el sistema, eso no lo inventó Franco, eso pasa también en democracia y en Europa, lo que pasa que la peña se apunta rápido a la merienda. La verdad que sean los psicólogos los que estudien este fenómeno, que para eso se han formado.
Debo decir y aún reconociendo mi absoluta parcialidad, que mi padre contaba muy bien todos los avatares de ese fútbol, yo disfrutaba escuchándole relatar cómo se había levantado a las 4 de la mañana para escuchar a Matías Prats por la radio narrar el España-Inglaterra de Maracaná, ese gol de Zarra, ese triunfo de aquellos valientes. Descubrí por ejemplo que Luis Molowny que entonces entrenaba al Real Madrid en plan recambio, había sido jugador de aquella selección, que un tal Benito Díaz, que era entonces entrenador de la Real Sociedad, era el seleccionador y que el portero era Ramallets. España siempre ha tenido excelentes porteros, Zamora, Ramallets, Iribar y luego los más contemporáneos que están en la mente de todos.
Pero a mí la historia que más me emocionaba era la de “Los Cinco Magníficos” la gloriosa delantera del Zaragoza, me la sabía de memoria: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, y me sabía de memoria lo de la Copa de Ferias al Valencia, aquel 1-0, también como había sido con un 4-1 frente al Atlético de Madrid la primera vez que se utilizó el nombre de “Magníficos”. Me resultaba curioso cómo en ocasiones a los colchoneros -aún entonces- mi padre les llamaba Atlético Aviación, claro el nombre primigenio. Era curioso saber que aquel Ramallets tan gran portero resultaba que jugó en el Zaragoza de los Magníficos en la temporada 1963-64, la temporada donde Marcelino metió ese gol histórico contra la URSS, en aquel partido final de la Eurocopa celebrado en el Bernabéu, y que el padre de mi amiga Angelines había ido a ver por darse el gustazo de ver ondear en el estadio la bandera roja con la hoz y el martillo, eso lo supe luego, gran tipo aquel Raimundo, siempre leyendo.
Aquella Eurocopa hizo campeón a Marcelino y también a Lapetra, Villa y Reija que no era magnífico pero según mi padre era un excelente lateral izquierdo. Aquel Zaragoza que también ganó ese año la Copa, y que volvería a ganarla en la temporada 1965-66, porque no nos llevemos a engaño sin llegar a la exageración actual, también entonces el mundo futbolero solo tenía dos caras, la del Madrid y la del Barça, siendo conscientes de que el hecho de que la televisión estuviera en Madrid se dejaba notar, alguna despunte del Atlético de Madrid hubo, como la famosa final contra el Bayern Munich.
Conocer a “Los Cinco Magníficos” era pensar que en el fútbol había más historia que las seis copas de Europa del Madrid, el dicho maléfico de que “España jugaba como nunca y perdía como siempre” y el astronómico fichaje de Johan Cruyf (mira que me caía bien ese hombre, aún reconociéndome tendente al merengue). Hubo una delantera de leyenda admirada, y aquel Zaragoza quería y podía, luego vendrían los tiempos del creerse ungido por el mismo Zeus y pensar que en el Olimpo solo lo blanquillo podía tener cabida, y como Satanás es siempre del equipo contrarió pasó lo que tenía que pasar -exceptuando a Nayím y sus prodigios-, y eso que en las últimas semanas se atisban rugidos milagreros por la plaza de San Francisco.
Pero lo bueno que tiene la historia, como patrimonio que nadie te puede arrebatar, es contar con páginas brillantes. En estos tiempos donde asistimos a pseudo-periodistas cuasi babeando por un chilena (espectacular el gol conste) donde se vislumbra la excitación casi rozando lo impuro, donde una plataforma y otra al recordar la jugada, la imagen, el momento donde se define cada fotograma se interroga sobre: Si ese día se puso o no desodorante, si se afeitó con una espuma u otra, si fue al WC antes o después del partido, en fin donde la línea rosa de la información deportiva española se muestra de trazo grueso, ante eso, yo me quedo con esa maravillosa letanía, que decía Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Tuve el inmenso honor de conocer y estrechar la mano de Carlos Lapetra en un partido de fútbol en el campo del Alcoraz en abril de 1990, emocionado le manifesté cómo me hubiera gustado haber podido contárselo a mi padre.