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De segunda división De segunda división

De segunda división

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Siento ser tan crudo y tan directo, pero si está usted leyendo esta columna en algún pueblo de Teruel, que sepa que es un ciudadano de segunda división. Por mucho que se empeñe, usted no vale lo mismo que el lector que está leyendo esta columna en la capital.

Me da igual que me diga que no se considera menos que nadie, que por vivir en un pueblo no se es inferior a los que viven en la ciudad. Ya puede justificarlo como usted quiera, pero la realidad es tozuda y le quitará la razón.

Que sí, que en los pueblos cada vez vive menos gente, que la despoblación es una lacra y que, a este paso, se van a cerrar porque nadie quiere vivir donde usted vive, pero que eso no significa que haya diferencias entre los unos y los  otros.

Que todo eso me parece muy bien, muy loable, pero que por mucho que lo diga, que lo repita y que lo grite, pues que se lo va a llevar el viento.

Seguro que usted, lector del periódico en un pueblo de Teruel, se ilusiona cuando algún político dice eso de que la despoblación tiene que ser un problema de Estado y que ahora sí, ahora ha llegado el momento de actuar.

Pues no se crea todo lo que escucha, porque no es lo mismo predicar que dar trigo.

Lo de que usted es un ciudadano de segunda no lo digo yo, Dios me libre; lo ha dicho la empresa Correos, una empresa regulada por el Estado y que tiene la obligación de Servicio Postal Universal.

A pesar de sus obligaciones, el 31 de diciembre decidió, de manera unilateral, que llevar un periódico a un pueblo iba a ser un 30% más caro que llevarlo a una capital de provincia. Sí, un 30% más caro y sin dar más explicaciones que su cuenta de resultados, esa fechoría que se utiliza, a veces, desde lo público para justificar cualquier decisión.

Si algún político responsable -o compinche- de medidas discriminatorias como la que ha tomado Correos está leyendo está columna, le voy a pedir un favor: Si son incapaces  -o no quieren- legislar a favor de la España rural más desfavorecida, por lo menos no lo hagan en contra. Ya saben: virgencita, virgencita, que me quede como estoy.