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El legado de la biblioteca de Antonio Gargallo, 20 años después de su muerte El legado de la biblioteca de Antonio Gargallo, 20 años después de su muerte
La hermana de Antonio, descubriendo un busto del investigador en Escucha en 1997. Instituto de Estudios Turolenses

El legado de la biblioteca de Antonio Gargallo, 20 años después de su muerte

Murió antes de los 40 y de manera repentina, pero sus investigaciones permanecen
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La muerte de Antonio Gargallo pilló por sorpresa a todos. Aún no había cumplido los 40 y estaba en plena efervescencia investigadora y divulgadora cuando un infarto acabó con su vida de la noche a la mañana en enero de 1996. Sorpresa y consternación por la muerte repentina del profesor Antonio Gargallo titulaba este periódico en su portada del 18 de enero de 1996, una muerte que recordamos ahora, más de 20 años después, coincidiendo con el homenaje que el Campus de Teruel ha hecho al profesor e investigador con una exposición en la biblioteca de algunas de las casi 2.000 publicaciones que la familia donó hace ahora diez años al Campus.

La inesperada muerte del profesor e investigador Antonio Gargallo Moya ha causado una profunda consternación en la comunidad educativa y social de Teruel y Zaragoza. Antonio Gargallo, de 39 años, fue hallado muerto ayer en su domicilio del barrio de San León, donde sufrió un ataque cardíaco leíamos en la portada de este periódico del 18 de enero de 1996.

La muerte de Gargallo fue el 14 de enero de aquel año, aunque como vivía solo fue la asistenta que realizaba las tareas de la casa la que lo encontró, según recogía el periódico, después de que los compañeros intentaran localizarlo. Así lo recuerda José Manuel Latorre, amigo y colega, que entonces era decano de la Facultad y Gargallo secretario. “Fue un gran palo, era un amigo y fue muy inesperado” recuerda más de 20 años después. Latorre y Gargallo fueron compañeros de promoción en Zaragoza, aunque el primero se inclinó por la historia moderna. Destaca de Gargallo sus trabajos de investigación sobre el Concejo de Teruel, que protagonizó su tesis, ahondando así en el nacimiento de la villa.

“Era un hombre muy activo a pesar de su aspecto tranquilo y relajado” recuerda Latorre, “siempre andaba metido en cosas” y ejerció distintos cargos en instituciones culturales turolenses, como la subdirección del Instituto de Estudios Turolenses en la época en la que Gonzalo Borrás estaba al mando. También encontramos a Gargallo en el origen del Centro de Estudios Mudéjares, “tuvo un papel muy importante en el nacimiento del centro y la organización inicial”. La noticia de la muerte de Gargallo compartía portada con la fotografía destacada del entonces consejero de Presidencia del Gobierno de Aragón, Manuel Giménez Abad, que inauguraba la casa consistorial de Argente y anunciaba: Teruel recibirá un buen trato en los presupuestos de la DGA para 1996. La semana siguiente estaba previsto que el Gobierno de Aragón aprobara el proyecto de presupuestos, y seguro que Gargallo estaba también pendiente de este asunto porque fue un hombre que se implicó en la sociedad también a nivel político.

Esta vertiente la desarrolló como militante de Chunta Aragonesista, aunque nunca llegó a presentarse a las elecciones recuerda Latorre, pero participó en el nacimiento de la formación en Teruel, de la mano de Chesus Bernal.

Buen trato

“Era una persona muy acogedora, muy afable, tenía buen trato y la gente lo recuerda con cariño” explica Latorre, “los alumnos también”, porque en aquel entonces las clases eran pequeñas y había una relación más estrecha.

De él cuentan en el Campus que fue un profesor entregado a la docencia y a sus alumnos que lo recuerdan con afecto. Su carácter afable, su pasión por la historia y su amplia cultura eran ejemplos para los estudiantes que todavía conservan en el recuerdo su relación con él.

Para el que entonces era director de DIARIO DE TERUEL, Carlos Hernández, la muerte de Gargallo dejó a Teruel y también a Aragón huérfano de inquietudes medievales. Tal y como recogía en su columna de opinión El Mirador, publicada aquel 18 de enero junto a la información sobre su muerte, el fallecimiento del investigador era una dolorosa pérdida cultural y personal para él: Lo vamos a notar los turolenses y Aragón. Le vamos a echar de menos. Será un vacío difícil de llenar, porque a esta tierra nuestra le quedan muchas cosas por descubrir y muchas lagunas por llenar. Detallaba en aquella columna la relación que le unía con Gargallo y la ayuda que siempre le brindó, en un homenaje cariñoso a la figura del profesor que ayuda más allá de su obligación. Más de una vez acudí a su ministerio para encontrar caminos más adecuados a los que un autodidacta, en según qué menesteres, se le podía pedir. Siempre encontré su apoyo y su buena disposición para enmendar planas que me podían haber llevado a callejones sin salida.

Como investigador fue concienzudo y meticuloso, se centró en el análisis de los procesos históricos de Aragón medieval, particularmente de Teruel y su territorio. La bibliografía de esa época que acumuló durante años sirve ahora para los investigadores en el Campus de Teruel, “libros tenía muchísimos, era un gran comprador de libros”, recuerda Latorre, así que cuando la familia le preguntó qué hacer con tanto material, él les recomendó esta donación a la biblioteca del Campus turolense. 

Latorre quiere recordar además que, a pesar de su dedicación a la investigación con la que disfrutaba, “también le gustaba salir, le gustaba la conversación y era buen conversador”. Latorre y también Montserrat Martínez, entonces vicerrectora, acudieron aquellos días a preguntar a sus vecinos al echarle de menos en la Universidad, pero concluyeron que se encontraría fuera por motivos de trabajo, tal y como recogía la crónica.

Gargallo está considerado decía la noticia que recogía su muerte como uno de los más importantes investigadores aragoneses de Historia Medieval, aunque su carácter modesto y recluido le ha hecho permanecer en la consideración casi exclusiva de los ámbitos universitarios, fuera de la popularidad del gran público. Y añadía: El profesor Antonio Gargallo figuraba ya, pese a su juventud, con indudables méritos, entre los principales nombres propios que Teruel ha aportado a la cultura aragonesa en los últimos años.

Una vida culturalmente muy activa

Antonio Gargallo Moya nació en Escucha el 23 de abril de 1956, localidad en la que transcurrió su infancia. A los diez años se fue a estudiar a Zaragoza y allí acabó licenciándose en Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia medieval por la Universidad de Zaragoza. En 1990 obtuvo el doctorado en Historia medieval con la máxima calificación con su tesis: “Teruel en la Edad Media”. Fue profesor desde 1978 en el Colegio Universitario y posteriormente en la recién creada Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.  Su obra abarca desde la organización de la frontera con el Islam (S. XII) hasta la incorporación de Valencia a los dominios de la Corona de Aragón (S.XIV). Resaltan en concreto dos estudios: Orígenes de la Comunidad de Teruel, premio extraordinario de investigación del XXIX certamen científico de Teruel en 1981, y el primer estudio  del Manuscrito de los Fueros de Aragón de Miravete de la Sierra, en Lengua romance, aragonesa. Enamorado de Teruel donde se desarrolló toda su vida profesional,  participó activamente en diversas  instituciones culturales turolenses: Instituto de Estudios Turolenses, colaboró en el nacimiento del Centro de Estudios Mudéjares y fue miembro del comité organizador de los Simposios Internacionales de Mudejarismo.