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Silberius de Ura, músico: “Fusiono tecnología electrónica con flautas hechas con huesos de buitres y con la voz” Silberius de Ura, músico: “Fusiono tecnología electrónica con flautas hechas con huesos de buitres y con la voz”
El músico Silberius de Ura, durante las actividades que realizó en el Maestrazgo. Cristina Mallén

Silberius de Ura, músico: “Fusiono tecnología electrónica con flautas hechas con huesos de buitres y con la voz”

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Jesús Silverio Cavia Camarero, más conocido por su nombre artístico Silberius de Ura, y por su proyecto neønymu​s, es un músico que realiza conciertos donde evoca un viaje emocional desde la Prehistoria hasta hoy. Recientemente ofreció un taller didáctico en el Instituto de Cantavieja y por la tarde un concierto para el público en la azotea de la Hospedería de La Iglesuela del Cid donde mostró su peculiar manera de hacer música. Una experiencia que no dejó a nadie indiferente.

-¿Quién es Silberius de Ura?

-Mi nombre real es Jesús Silverio. De pequeño yo renegaba de Silverio, que era cómo se llamaba mi abuelo, y el padre de mi abuelo, y el abuelo de mi abuelo… Eran muchas generaciones llamándose Silverio y a mí me parecía horrible, pero en mi adolescencia descubrí que yo prefería ser Silverio a ser Jesús, me sentía más identificado con eso, y cómo que llamarse Silverio reflejaba mejor la profundidad espiritual que yo tenía. Yo siempre he sido un tipo muy espiritual, entonces decidí que sí, que yo era Silverio, que no era Jesús, además mi madre me contó que era Jesús porque nací el 5 de enero, la noche de Reyes, y a mí, que soy un tío tan reflexivo y profundo, llamarme Jesús por esa circunstancia tan puntual me irritaba todavía más. Así que decidí que era Silverio, y unos años después lo reconvertí en Silberius de Ura. Ura es mi pueblo. Tomé ese nombre como una mezcla entre nombre artístico y nombre espiritual, y me ha ayudado mucho en mi vida el personaje de Silberius de Ura. Al principio era un personaje pero luego ya no hubo diferencia entre el personaje y él individuo real, porque ese personaje me ha abierto puertas mentales y me ha liberado de mis prejuicios y de mis pudores sobre mí mismo, (vaya respuesta más larga te estoy dando, risas). Silberius de Ura como artista es el que me ha hecho evolucionar a mí como individuo. Yo era un tipo súper introvertido, muy vergonzoso de todo, de mi voz, de mi cuerpo, de todo, y Silberius es el que me ha liberado. Entonces ya no hay diferencia, quiero decir que una persona no es un artista de 5 a 7 de la tarde y luego nada. Yo en mi vida continuamente estoy expresando mis emociones a través de recursos, de la música, del vídeo, de contar historias, no hay una diferencia. Además creo que el arte y la espiritualidad están muy relacionados. Así que, ¿quién es Silberius de Ura? Pues soy yo.

-¿Siempre ha estado vinculado a la música?

-Sí, desde pequeño. A mí la música me gustaba mucho, tocar teclados, organitos... Y en mi preadolescencia decidí que quería ser organista de tubos, porque esa máquina me fascinaba. Empecé a estudiar en el Conservatorio y luego recibí clases particulares de un organista durante años. A los 15 años ya tocaba Fugas y Preludios de Bach, era mi obsesión, y me colaba en las iglesias a tocar. A mis padres hasta ese momento les parecía bien, pero cuando vieron que la música era realmente importante para mí, que yo aspiraba a hacer música, ya no les pareció bien y entonces empezaron las luchas y la presión de búsqueda de trabajo de “algo productivo”. Yo creo que para la inmensa mayoría de los padres la música en los hijos está bien como un complemento cultural o artístico, una habilidad que tienes, pero cuando te planteas que esa es tu vida, que quieres hacer eso, se asustan.  Entonces la música se quedó en mi vida como como un hobby, yo todos los días tenía que hacer música. Monté un grupo de folk que en Castilla y León tenía bastante fama pero no dejaba de ser un pasatiempo, solo hacíamos unos cinco conciertos al año, y a mí me daba pudor considerarme músico, porque aunque había tenido ese inicio de formación académica y luego fui autodidacta, veía otros músicos que sí que me parecían músicos de verdad. Entonces me costó mucho definirme como músico, y mucho más como artista. Pero un día me di cuenta que usaba muchos recursos artísticos para expresarme, para comunicarme, que efectivamente era un artista. De hecho ahora me defino como artista integral, es decir, “sin refinar”.

-Se define como una persona muy espiritual, ¿se plasma eso en su música?

-Sí, claro. Yo fui muy espiritual en mi adolescencia, en mi juventud, pero luego hubo un momento en mi vida en el que me hice autónomo, monté un estudio de diseño gráfico y web en Burgos, y el estudio creció, y tenía empleados, y me olvidé de aquel tío espiritual y me convertí en un “neolítico”. El Neolítico vive obsesionado con cultivar más cada vez, “si cultivo esta tierra más, puedo tener un hijo más, y podemos cultivar más, y producimos más, y podemos ser más…”. Un poco era este el rollo, y me olvidé de quién era yo, de mi espiritualidad, de cuidar mi cuerpo, que siempre he entendido que es el lugar donde hábito y que no puedo maltratarlo, ignorarlo. Recuerdo que a los 38 años me sentí viejo por primera vez en mi vida. Mi cuerpo se quejaba, tenía un estrés brutal que me hacía estar fatal todo el tiempo, y fue cuando me pregunté ¿qué estoy haciendo con mi vida?. Y yo creo que fue en ese momento cuando decidí reencontrarme con aquel tipo joven que había abandonado.

-¿Cómo nació neønymus?

-Cuando estoy en ese punto de estrés con el estudio, cuando siento que he perdido la pasión por el diseño, que el mercado está cambiando y no me apetece adaptarme, pensé que era el momento de hacer otra cosa. Había hecho tantas cosas en mi vida que podría hacer cualquiera, pero la pregunta era ¿qué me gustaría hacer?, y la respuesta fue música, porque siempre me he sentido músico en el fondo, y entonces decidí que sí, que iba a desarrollar un proyecto musical unipersonal, que ese iba a ser mi futuro, y que mientras lo desarrollaba iba a ir cerrando el estudio hasta que pudiera abandonar aquella actividad y dedicarme solo a esto.

-¿Qué quiere conseguir con este proyecto, con lo que hace? 

-Estuve como un año y pico pensando. Iba con mucha antelación a los conciertos y a las obras de teatro solo por ver el escenario vacío y visualizarme. Yo salgo allí,  cómo salgo, qué hago, que toco… Al principio me imaginaba con un piano y cantando un estilo de música con Wim Mertens, muy minimalista, cantando sin que se entendiese nada… Me hice muchas preguntas y hubo una que fue clave: cuando el público abandoné el auditorio después de escuchar un concierto mío, ¿de qué van a hablar entre ellos? Y hubo una respuesta que me pareció brillantísima: ni van a hablar de mi voz, si es buena, si sé cantar, si no sé cantar, si es triste o es alegre lo que hago, sino que van a decir… ¡lo que yo he sentido ahí no lo he sentido nunca jamás! ¡he sentido emociones que yo no conocía!. Y ese fue el “click”, la puerta que me abrió a buscar armonías nuevas no escuchadas por el público, a investigar, a un proceso de locura de creación hasta que surgió la primera canción, Mati eri Marne, qué fue lo que yo buscaba, esa canción, esa pieza, abrió en mi mente la puerta a ese tipo de músicas, de armonías. Yo tenía claro que quería hacer algo nuevo, algo que no se hubiese hecho nunca jamás pero con un poso antiguo. Y ocurrió. Siento que esto es un regalo de las viejas diosas.

-¿Qué tipo de instrumentos utiliza para hacer su música?

-Lo que hago es fusionar. Fusiono tecnología electrónica de vanguardia con flautas hechas con huesos de buitres, como en el Paleolítico, y la voz. La voz es lo más importante, polifonías construidas con intención de evocar cosas antiguas, remotas. Cuando empecé a hacer conciertos y grabé un disco la gente empezó a conocerlo, me escribían cientos de personas, y todas me contaban lo mismo: que sentían al escuchar esta música nostalgia de algo no vivido. Me parecía alucinante que todos pudieran sentir eso, lo mismo un tipo de Japón, que uno de África, Egipto o uno de Cantabria.

-¿Tiene su música alguna influencia de otras músicas?

-Sí. En el pueblo donde yo vivo, un pueblo muy bonito y muy pequeño de Burgos que se llama Covarrubias, todos los años van músicos noruegos a hacer un concierto porque allí está enterrada la hija de un rey noruego. Estos fueron muy influyentes para mí, no tanto la música, sino verles como gestionaban el espacio escénico, los conceptos, los instrumentos, unas campanas tubulares que vi, unas chicas que cantaban música medieval… Me dieron muchas ideas que reciclé. Pero yo creo que en mis influencias está toda la música que he escuchado a lo largo de mi vida. Yo vivo a 15 minutos del Monasterio de Silos y tengo una gran amistad con esa comunidad de monjes, y ellos me han adiestrado mucho en el canto gregoriano, les he escuchado mucho, por eso creo estas salmodias que canto tiene mucho que ver con los salmos que cantan en los oficios de Completas o de Vísperas, que es todo muy repetitivo. También creo que tengo influencia de Alan Parsons Project, de música del barroco, yo que sé, de todo lo que he escuchado en mi vida.

-¿Cómo trata de que su música evoque la prehistoria?

-Cuando hago conciertos didácticos, como el que he hecho en el Instituto de Cantavieja, hay alguna canción que tiene un rollo como un poco infantil y se la hago cantar a ellos, y les explico que hay muchas comunidades que todavía viven en el mundo como en el Paleolítico, como cazadores-recolectores. Y estas gentes, a la hora de cantar, se ponen dos muy cerca, muy cerca, a cantar notas muy repetitivas. Y si estamos así una hora se entra en un estado alterado de conciencia, porque estás hiperventilando tu cerebro. Esto lo usan los chamanes para alcanzar estados alterados de conciencia y entrar en trance y tener visiones. Eso les explicaba a estos chavales, que tú puedes alcanzar ese grado de sugestión, y yo eso sí que lo he vivido, tener visiones sabiendo no existe lo que estoy viendo en esa pared, pero lo veo. Y es todo a través del canto y la respiración. Uno de los recursos que yo utilizo para inspirarme es la sugestión. Me parece muy importante, una herramienta poderosísima para llegar a otros estados mentales. A mí cuando me preguntan muchas veces que a qué me dedico, a mí me gusta decir que “yo corro desnudo por el bosque, me pagan por eso” (risas). No me pueden pagar por correr desnudo por el bosque pero, en realidad sí, porque yo voy a hacer aquí un concierto por el que me van a pagar, se supone que me pagan por la música que voy a hacer, pero esta música a mí se me ha ocurrido cuando iba pintado como un neandertal corriendo por la orilla del río Arlanza, qué es donde vivo, con una lanza con punta de sílex. Esa experiencia es la que luego me genera el sentir el fin del neandertal, entonces la sugestión es un gran recurso que utilizo, y también la imaginación. Si hubiese una palabra por la que me tuviese que definir me gustaría definirme como “el pensador”. Yo soy un músico y no escucho música nunca porque me gusta mucho más pensar. Mañana tengo que conducir cinco horas hasta Burgos y voy a dedicarlas a pensar, a imaginar, a fabular, porque me encanta eso, y eso es lo que me da ideas y me da melodías.

-¿Y ahora en qué está trabajando? 

-Pues no sé si al final de este año o principios del que viene voy a grabar un disco que se va a llamar “Venus”, porque es muy femenino. Después de grabar el disco casi todas las demás canciones que he ido creando, que la inspiración me ha dictado, tienen todas polifonías muy femeninas. Y tú dirás, con ese vozarrón, ¿cómo va a hacer polifonías femeninas? pero claro, con la electrónica que uso cambio mi voz, la transformó en la de una chica, o en la de un ogro (risas). Y este disco será un poco este encuentro con estas primeras diosas. Las deidades que están en el origen de la humanidad eran femeninas todas. Nosotros al sol le llamamos “el astro rey” pero a todas las demás estrellas les decimos “las estrellas”. El sol tendría que ser la estrella reina. En la cultura germánica, para los alemanes, el sol es femenino y la luna es masculino, pero nosotros hemos hecho que sea masculino todo lo que es poderoso, y este disco un poco va en esa línea. Tampoco lo he hecho de una manera consciente, pero me he dado cuenta que han ido llegando muchas melodías femeninas, que cuentan historias sobre deidades, sobre el amor entendido de una forma más sublime que el amor carnal. Es muy curioso. Y a la vez voy a sacar un EP, un CD con 6 canciones sólo, que se llamará “Ultrahumano” y que es un viaje al umbral difuso dónde la humanidad necesita que aparezcan los dioses y los mitos para ser impulsada.

-¿Qué le ha parecido lo poquito que ha conocido del Maestrazgo?

-Me he quedado enamorado, y me da una rabia inmensa venir a hacer dos conciertos y largarme. De verdad, sentía rabia cuando venía antes de Cantavieja… Venía pensando, me voy al muladar que he encontrado, cojo los huesos, vengo aquí, descargo todo, monto todo el chiringuito y empiezo el concierto, recojo todo, me voy a dormir y a las 5 de la mañana me voy a Burgos. Volveré.