Síguenos

Dignidad sanitaria

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

Cada vez que me encuentro ante la misión de escribir estas líneas, me propongo hacerlo de modo amable e intentando no focalizar mis reivindicaciones sobre nadie en particular. Entiendo que la labor de gobernar es difícil, pero hoy estoy muy indignada, incluso enfadada. 
Los turolenses no debemos tolerar que ningún dirigente ignore nuestras legítimas reivindicaciones. Y eso es lo que intentó hace unos días el señor Celaya, consejero de Sanidad, al decir que el hospital Obispo Polanco funciona adecuadamente.
Desde mi experiencia particular puedo decir que esta afirmación es una prepotente falacia. Por desgracia, soy una usuaria sanitaria habitual y, aunque los profesionales que me atienden rayan la excelencia, los servicios que me ofrece el hospital son deficientes y, en muchos casos, obsoletos.
Hace poco precisé de un especialista para un asunto delicado y se me instó a que utilizara un servicio privado. Ni siquiera fui derivada a Zaragoza. Donde, por cierto, te envían -si lo hacen- para pruebas o tratamientos sencillos que deberían existir en todos los hospitales aragoneses.
Y si hablamos de la accesibilidad de las instalaciones, el panorama es deprimente. Una silla de ruedas eléctrica normal no cabe ni siquiera por las puertas de entrada. 
Existen grúas de transferencia en las plantas de internamiento, pero si la precisas para una prueba o consulta, no te las proporcionan. La fuerza humana de los sanitarios es lo único que te salva, aunque no sea lo más apropiado ni para ellos ni para el paciente.
Y no hay ni un solo cuarto de baño accesible, ni en zonas externas ni internas. 
Seguro que muchos de ustedes podrían añadir una larga lista de experiencias personales que darían crédito a mi disgusto. 
Siendo así, mi mensaje desde aquí para el señor Celaya es que deje de tirar balones fuera y consiga, de una vez por todas, que todos tengamos acceso a una sanidad pública de calidad.