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Al toro del Carmen, en Rubielos, hay que recibirlo con el alma abierta a la emoción Al toro del Carmen, en Rubielos, hay que recibirlo con el alma abierta a la emoción
El ensogado de Rubielos, el pasado día 16 de julio. Francisco Belmonte

Al toro del Carmen, en Rubielos, hay que recibirlo con el alma abierta a la emoción

Este ensogado es tradición, esencia e historia
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F.J.B.

Al toro ensogado de Rubielos de Mora nunca hay que ir con apremios ni impaciencias, ni estar sujeto a la dictadura que marca el tiempo porque alrededor de su tradición se arremolinan sentimientos de querencias y pertenencia que conviene absorber si vas por primera vez. Por eso se antoja imprescindible asomarte desde bien entrada la mañana, con el alma abierta, a esas calles de Rubielos llenas de belleza que el tiempo y el hombre han vestido de forja vieja, piedra blanca y madera de pinar, un universo de emociones que te sorprende al atravesar el portal de San Antonio y que te cautiva al volver la mirada en ciento y una esquinas. Porque Rubielos son casas solariegas con aleros de tabla y traviesa, palacetes medievales con escudos tallados en piedra, es su excolegiata y sus conventos y también es la Casa Consistorial. Y el toro. Todo unido es la talla de una personalidad que influye casi por necesidad en quien vive a diario tanto encanto. Por cierto, hoy es la festividad de la Virgen del Carmen y el noble patio del Ayuntamiento ya bulle en agasajos con esencia a rito antiguo y gala patronal. Luz y penumbra en una Lonja poblada de manteles que invitan a abrir boca y a saciar la sed.
Pero el toro aún debe esperar. Primero hay que pasear y fundirse con el ambiente de este lugar ancestral, y con ese espíritu creador y virtuoso que dejaran escrito en hierro y lienzo artistas geniales como Pepe Gonzalvo o Salvador Victoria. Su arte borbotea en Rubielos en un hermoso Via Crucis extramuros, frente al bello hotel de la Villa o en los museos que dan honra a hijos tan ilustres que nadie va a olvidar. Claro que si haciendo camino entre fuentes y callejas te cruzas con el espíritu de aquel torero Martinito que pudo ser y pudo triunfar, vuelve la mirada hacia atrás porque quizá sean las seis de la tarde y el toro y la soga se hacen dueños de todo el lugar. Y corre hacia el corral del Plano porque el pueblo entero quiere sentir que el tiempo vuelve atrás en la mirada de un toro ensogado que quién sabe si siglos ha alanceó a caballo el Cid, el gran caballero que pisó firme tan ilustre villa.
Así que imbuido de belleza, contagiado de arte y genialidad, y lleno del espíritu de  El Cid y aquel torero Martinito que pudo ser y pudo triunfar, me planto entre cientos de paisanos que esperan a las puertas de chiqueros que el toro embista y la soga resista. Y en la espera, a conversar. Sobre todo con un rubielano afable ya entrado en años que me cuenta de historias, sucedidos y tradiciones. Andrés Baselga me hace sentir que el toro ensogado de Rubielos es más que una fiesta patronal. Es tradición, esencia, es historia y una forma de ser y sentir que hace a esta gente especial por entender al toro como parte de su universo personal. Y dice Andrés que son unos veinte sogueros los que hacen tradición y perpetúan la memoria de padres y abuelos que tuvieron en el toro ensogado la misma pasión y afición. Y para confirmar argumentos y ampliar información llama a Clemente y a Jorge Navarro, sogueros de tradición que pasan a nuestra vera calentando músculos y templando el ánimo. Afirman los dos que el toro en Rubielos va guiado porque ellos van delante con un buen tramo de soga limpia para que el toro se sienta más libre y poderoso. Y cuando todo parece que va a comenzar se hace un silencio solemne en el Plano… Memoria trágica del destino. Un rubielano se dejó la vida a manos de un toro ensogado porque el destino hace a su antojo y porque también reparte a capricho.
Y el toro irrumpe. Se tensa la soga. Los hombres se mantienen firmes en ella. Pertenece el animal a la ganadería de Domingo Nebot. El Val. Embiste, corre, blinca y se revuelve… Y se para hasta que la paciencia de los sogueros lo guía por El Portal de San Antonio hasta la plaza de la Sombra. Pero corre a tanta velocidad ya que más de uno besa el suelo que instantes antes teníamos la necesidad de sentir y de pisar. Lo demás es fiesta, cites, carreras, miedos y sobresaltos… Es la tradición de un pueblo que me dejo a la espalda cuando camino ya de Mora me saludan a la vera de la carretera los cerezos llenos de fruto que parecen decirme,  mecidos por el viento, vuelve al toro ensogado de Rubielos y no lo olvides jamás. Nunca. 14 de septiembre vuelta a empezar… 12 de octubre otra vez más. Pero tengo claro que cuando vaya a regresar me dejaré seducir por la mañana con la belleza y el espíritu artista de un lugar que cautiva y embelesa, y esperaré hasta ver pasar ante mí  el espíritu del inmortal Cid y del torero Martinito que pudo ser y pudo triunfar.