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De El Tato, Escribano y galenos varios De El Tato, Escribano y galenos varios

De El Tato, Escribano y galenos varios

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F.J.B.

Buena se ha montado a cuenta de la grave cornada que sufrió la pasada semana Manuel Escribano en la localidad conquense de Belmonte. Con el torero sevillano se podía haber aplicado aquel chascarrillo graciosete del casi nada lo del ojo y se quejaba de la nariz. Y es que con un cornalón del diez en la zona perianal, el galeno de turno contratado para la ocasión solo se echó cuentas de los rasguños que salpicaban la cara del diestro a pesar de que El Tato, apoderado del torero, insistiera asustado ante el incesante flujo de sangre que manaba por la herida más grave. Pero el doctor que si quieres arroz Catalina…, que nanay de la China. Dos vendas, cuatro puntos de aproximación, unas grageas para el dolor y a casa. Con palmadita incluida en la espalda y un venga que no ha sido nada. ¡Leche nada! 

Por eso no es de extrañar que cuando ya por segunda vez Escribano fue intervenido en el hospital de Albacete de una cornada cierta de quince centímetros en la pelvis, el Tato saliera de la clínica como Miura de chiqueros. Rajó lo que no está escrito sobre el galeno inexperto, las UVIs móviles de ocasión y el sistema sanitario español que no atiende como debiera las enfermerías taurinas. Y es comprensible el cabreo ecuménico de El Tato. No tanto por la inseguridad general que dijo provoca el sistema de atención a los toreros en las plazas de pueblo, que está cubierto por ley, como por la poca pericia de algunos profesionales que desconocen las particularidades de las heridas que atienden. Y este es el problema.

En una ocasión le escuché decir al ya desaparecido doctor Ramón Vila, cirujano taurino de gran prestigio, que la herida por asta de toro siempre es engañosa, explosiva y sucia. Muy distinta de otro tipo de heridas que son más evidentes en lo que hace a trayectorias o destrozo de tejidos. Dijo incluso que algunas heridas son de difícil diagnosis para un especialista porque están envainadas y dan la cara pasados los días. Por esta razón existe una especialidad de cirugía taurina de la que son insignes maestros García Padrós o Valcarreres, y existe una Sociedad Española de Cirugía Taurina que forma a los médicos que así lo desean por todo el país. En Huesca ha sido su último congreso. Ocurre, sin embargo, que cada vez son menos los jóvenes facultativos que tienen interés en este campo seguramente porque esta actividad cada vez está peor remunerada. ¿Verdad mis queridos taurinos? Que se lo digan a los especialistas que cubren con un sobresaliente los festejos taurinos en la provincia de Teruel. Muy preparados pero mal pagados. Y este es el quid de la cuestión. Esfuerzo y preparación no pueden tener una correspondencia económica tan cicatera. Al final los buenos se van y dedican su tiempo a menesteres más provechosos. Por eso ocurre que en algunos lugares de España se envía a la plaza al que entra en tanda, que será un gran médico, no se pone en duda, pero que quizá sea desconocedor de la especificidad de una herida por asta de toro. ¿Saben lo primero que pregunta un torero al llegar a la plaza? Quien es el médico. A partir de ahí, a torear o a hacer como que se torea en el mismo límite de los cerros de Úbeda. Así son las cosas.