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Antoni Bernard, el fotógrafo al que el gran Manuel Pertegaz tenía miedo Antoni Bernard, el fotógrafo al que el gran Manuel Pertegaz tenía miedo
Balsells y Bernard, en Albarracín. Josep García

Antoni Bernard, el fotógrafo al que el gran Manuel Pertegaz tenía miedo

El artista se confesó y señaló que su objetivo era “humanizar” sus tomas
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Cruz Aguilar

El fotógrafo especializado en moda Antoni Bernard se confesó en Albarracín. Hace dos años y medio que se ha jubilado y no tiene ninguna intención de volver a coger una cámara. Su forma de concebir la fotografía es como un trabajo en equipo en el que él ponía la creatividad, pero no la técnica, algo que “nunca” le interesó. Su escuela fueron las revistas de moda y su influencia, sin duda, Leopoldo Pomés, que “lo dignificó todo” porque hasta ese momento la fotografía de moda era “fea, cutre y mediocre”. 

Bernard trabajó con los más grandes, incluido el que era considerado el Dios de la moda a comienzos de los 70, el turolense Manuel Pertegaz, que mandó a sus sobrinas que lo echaran del taller durante una sesión para tomar imágenes de su última colección: “Les dijo que las fotos estaban bien, pero que yo no le gustaba, que le daba miedo”, relató ayer el artista, que añadió que finalmente el diseñador cedió a que acabara la labor, se convirtieron en grandes amigos y en materia profesional le fue “fiel hasta la muerte”, dijo. 

Con Salvador Dalí también compartió una gran amistad y su pasión por la zarzuela, que cantaban “a grito pelado” cuando acudían juntos a los teatros, eso sí, siempre que no estuviera Gala, la mujer del pintor, de quien Bernard no guarda buenos recuerdos. 

Relató sus inicios en París, en los que su trabajo fue una investigación sobre la luz y el resultado unas imágenes excesivamente contrastadas para “disimular” su “inexperiencia” y que, sin embargo, cuajaron en el mundo de la moda. Era el momento de las fotos planas y acartonadas y él buscó dar vida a esas modelos, a las que recibía personalmente en el estudio y les daba seguridad para que trabajaran cómodas y, así, lograr “humanizar” las imágenes. Ayer reconoció que en sus fotos “todo es mentira” porque son recreaciones de escenarios hechas en el estudio, pero añadió que huía de los maquillajes en las modelos: “Con maquillaje no eran ellas, eso les sorprendía mucho y los maquilladores me odiaban, pero el jefe era yo”, aseveró. 

Relató que el mundo de las modelos “es insoportable” y matizó que “todas son buenas niñas, algunas incluso ni hablan”, pero precisó que él nunca ridiculizó a la mujer en las fotografías. Sí hizo a sus modelos saltar, arrodillarse o tirarse al suelo para dar vida a sus tomas, pero siempre evitó “posturas ridículas y tontas que son virales en el mundo de la moda”. De hecho, algunas de las personas que intervinieron tras su ponencia le agradecieron esa “humanización” de la mujer y sobre todo la difusión que logró de ella en las revistas de moda de mayor tirada del panorama nacional e internacional.

También contó cómo tuvo que decirle al entonces príncipe Felipe que había acabado la sesión fotográfica para lograr una imagen espontánea del actual monarca, que antes de obedecer al fotógrafo en sus sugerencias realizadas para lograr mayor naturalidad miraba a los guardaespaldas pidiéndoles permiso.

En su ponencia, salpicada de algunas de sus mejores fotografías para diferentes revistas y diseñadores, relató los cambios que sufrió en su profesión, donde al principio eran “pobres como ratas” hasta el punto de que las modelos se maquillaban ellas solas. Luego llegaron momentos de abundancia en los que tenían toda una semana para captar un tema y finalmente se pasó a realizar cuatro temas diferentes en solo una tarde y “tenía que parecer que estaban hechas en sitios diferentes”, lamentó.

Su musa fue Laura Ponte, una morena con la “fuerza española” a la que descubrió “tras haber trabajado con diez millones de rubias”. Ponte “no forma parte del mundo de las modelos”, tiene un gran “sentido dramático” y la utilizó para llevar a cabo todos sus “morbos” fotográficos. La hizo interpretar a sus grandes iconos como Greta Garbo, María Calas, Jackie Kennedy, Picasso, Dalí o Lorca. Precisamente, recrear imágenes de personas que él admiraba le salvó, según reveló ayer, “de la monotonía” que supone la fotografía de moda.