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Osman Osman
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Javier Lizaga

Lo que la mayoría recuerda del combate más famoso de la historia (Ali-Foreman en Zaire en 1974) es que ganó Muhammad Ali. Ali llegaba después de tres años y medio sin pelear por haberse negado a ir a Vietnam. Enfrente Foreman que había ganado a sus últimos 8 rivales en sólo dos asaltos. Ali entrenó durante meses su resistencia e inventó una de mis expresiones favoritas el “rope a dope”: se dejaría golpear hasta que Foreman estuviera cansado  y buscaría su oportunidad de ganar. Su cuerpo sería un transmisor del golpe a la cuerda del ring. Un suicidio que acabó en victoria.

A menudo dejo los periódicos para verlos una semana después, cuando la mayor parte de las noticias parecen chistes pasados de fecha. Lo que sobrevive merece atención. Así llegué hasta la historia de Osmán Cuñachí. En junio se rompió la enorme tubería de petróleo que pasa cerca de su poblado de cabañas de madera y hojas en la selva norte de Perú y convirtió el río donde pescaba en un lodazal negro de olor metálico. 

Los empleados de Petroperú aparecieron con sus todoterreno y ofrecieron 150 soles por cada balde lleno de petróleo. Osman y sus hermanos recuerdan el picor en la garganta y los ojos llorosos. Trataron por la noche de quitarse el petróleo con agua y jabón, después con detergente, hasta que un primo les dijo que usaran gasolina de la motocicleta. Al día siguiente, los ingenieros le pagaron 2 soles porque su balde tenía mucha agua. Su foto se hizo famosa en todo el país. El relato que encontraréis en la Revista 5W cuenta como Osmán se queja de que haya venido gente hasta de otros países por compasión, por lo malo, como dice su padre, cuando él querría que vinieran a verle por cómo ataja el balón.

Desde la semana pasada se juzga en Teruel a los españoles y kurdo iraquíes que trasportaron inmigrantes en un camión frigorífico. Mientras nos indignamos por un viaje en camión, olvidamos preguntarnos lo jodido que alguien tiene que estar (inclúyase guerra, miseria, muerte, violaciones, desolación, hambre…) para que considere un favor que le monten allí. Me acordé también de Alí, porque, a veces, los que se dejan golpear, ganan.