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Extrema Extrema
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Javier Lizaga

Me gusta ver que las palabras todavía molestan, de hecho, hay quienes andan ofendidos. Todo porque los periodistas, esos monstruos, les han puesto en el lugar opuesto a donde Aristóteles situaba la virtud, esto es, en el extremo. Aunque supongo que habrán dejado de leer al ver que hablo de un filósofo.

Otro, José Luis Pardo, español, que sé que eso les gustará, dedica el último premio nacional, éxtasis, a los populismos. Allí compara a Lenin o Hitler con Marilyn Monroe para exponer que los políticos son ahora algo así como famosos de medio pelo, Paquirrines, para traducirlo, y que no les asiste la razón sino convertirse en ídolos cargados del deseo de las masas. Es decir, el peligro de votar a Trump no por listo, sino por querer demostrar al resto que alguien tan gilipollas y rico puede llegar lejos. La lógica de no querer a alguien por lo que es, sino por lo que queremos que sea. Fracaso sentimental y electoral.

Hoy escuchaba a quienes piden que los políticos estén más en la calle. Pensaba que en la mía se habla de lo poco que cobramos, de lo jodido que es organizarse con dos hijos, de que ser madre sigue siendo una desventaja en muchas entrevistas de trabajo, de que hay que mejorar los colegios, de que necesitamos médicos, de que ser autónomo no es el sueño americano sino la tortura china y de que los pueblos se vacían sin que nadie haga nada. 

Me divierte el surrealismo, las estupideces, salvo cuando se plasman en un programa político. Cuando uno pone en la misma línea que apoya a los débiles y llama parásitos a los inmigrantes. Cuando piensa que la imposición de una lengua se soluciona con otra imposición. Cuando piensa que ese estado centralista que alimentó Madrides y Barcelonas va a mejorar la escuela de Galve. O que defiende la propiedad privada y quiere hacernos creer que odia a las multinacionales.

Cómo decía el cómico americano W.C. Fields: “No tengo prejuicios. Odio a todos por igual”. Pensaba en el odio mientras visitaba las espectaculares trincheras de la guerra civil que excavan estos días en las Cuencas Mineras. Pensaba en los que pasaron dos años durmiendo en una cueva, muertos anónimos que demuestran que gane quien gane, en las guerras siempre  pierde el mismo: el que está en medio.