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El informe sobre las causas atribuye a la red de riego el deslizamiento de Pui Pinos El informe sobre las causas atribuye a la red de riego el deslizamiento de Pui Pinos
La grieta con forma semicircular que apareció en la cabecera del deslizamiento

El informe sobre las causas atribuye a la red de riego el deslizamiento de Pui Pinos

La Geotecnia Intemac descarta el origen natural del agua que saturó el terreno que se derrumbó
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El informe sobre las causas del deslizamiento de Pui Pinos realizado por Geotecnia Intemac para Mapfre, la aseguradora del Ayuntamiento de Alcañiz, concluye que el desencadenante del desprendimiento del cerro fue una modificación de las condiciones hidrogeológicas de la ladera y que la procedencia del agua en el terreno en el momento del suceso “se encuentra relacionada con un incorrecto funcionamiento del sistema de riego”.  Según el estudio, “la masa deslizada presentaba una gran cantidad de agua” y “esas condiciones de saturación fueron el desencadenante del deslizamiento”. 

Todos los indicios apuntan, señala Intemac, a que “el agua procedió de la red de riego”, en la que “están documentadas irregularidades de funcionamiento” desde 2013, tal y como apuntó Atadi Empleo, la empresa encargada del mantenimiento de los jardines del cabezo hasta el 31 de enero de 2017, en uno de los informes presentados al expediente abierto tras los hechos acaecidos el 18 de abril de 2017.

Estas conclusiones son las que llevaron al Ayuntamiento de Alcañiz a desestimar las reclamaciones por responsabilidad patrimonial formuladas por los vecinos afectados por el derrumbe y considerar que era la empresa Sifu S.L., encargada desde el 1 de febrero de 2017 del mantenimiento de los parques y jardines de Alcañiz, la única culpable del el suceso.

Mapfre se basaba en el informe de Intemac para rechazar la cobertura del siniestro, pero éste no fue incorporado al expediente que el consistorio envió al Consejo Consultivo de Aragón para que avalara su propuesta de resolución. Su falta entre la documentación de los hechos llevó al órgano autonómico a informar de manera desfavorable la propuesta de resolución municipal, por considerar que no quedaba acreditada la responsabilidad única de Sifu S.L y entender que podrían concurrir “otras causas” además del vertido de agua.

En sus 47 páginas, el informe de Intemac apunta a una saturación del terreno por el agua como causa del siniestro, un agua de origen artificial y no natural, concluye, y lo documenta mediante datos pluviométricos de los meses anteriores a los hechos y también con un estudio sobre la configuración estratigráfica de la zona siniestrada, formada por rellenos artificiales de “gran antigüedad” compuestos por una mezcla de arenas limo arcillosas, con gravas, bolos y bloques de piedra, además de algunos restos cerámicos que, en su conjunto,  “son materiales con propiedades mecánicas deficientes”. No obstante, añade Intemac, esos estratos tenían una “permeabilidad considerablemente mayor a la del sustrato rocoso” sobre el que se asentaban, lo que, en definitiva, “constituye una situación favorable frente a fenómenos de acumulación de agua” en los suelos superficiales de la ladera.

La empresa de geotecnia afirma que dentro del macizo rocoso del cabezo no había acuíferos que pudieran aportar agua a la ladera, tal y como se demostró con la instalación de dos tuberías piezométricas de PVC a 10 y 11,3 metros de profundidad, en un margen y en la cabecera del deslizamiento, respectivamente. Con estas tuberías, entre julio y agosto de 2017 -tres meses después del derrumbe- se comprobó que no había agua en el terreno.

Por otra parte, el siniestro no vino precedido por una época de lluvias copiosas, lo que hace descartar también que la saturación del terreno tuviera un origen natural. 

“Estabilidad deficiente”

Con todo, la geotecnia también menciona que las condiciones de estabilidad que presentaba la ladera en el momento del siniestro “eran deficientes”, pues se habían puesto de manifiesto meses antes desde la parte superior del cabezo. Igualmente, Intemac recalca que la red de riego que considera la causante del deslizamiento ya había presentado “irregularidades relacionadas con el elevado consumo de agua”. Este funcionamiento no homogéneo se puso en evidencia a través de los informes presentados por la empresa Atadi Empleo a requerimiento del Ayuntamiento. En éstos, la gestora de los jardines hasta el 31 de enero de 2017 reconoce que detectó “irregularidades en las lecturas estivales de los años 2013, 2014, 2015 y 2016 en relación al agua consumida desde primeros de mayo a primeros de agosto”. 

En 2013 y 2015 hubo “consumos muy reducidos”, mientras que en 2014 y 2016 fueron mayores. Los consumos reducidos se debieron a “averías en el sistema”. Según Atadi, entre el 8 de agosto al 8 de noviembre de 2016 la lectura del contador de agua fue de 8.511 metros cúbicos”, consumo que “coincide” con el de los años anteriores, cuando “las condiciones han sido similares (irregularidad por averías, escasez de lluvia y alta temperatura)”, detalla la empresa de mantenimiento. 

Asimismo, el informe de Intemac también tiene en cuenta la información que esta empresa aportó en relación al sistema de riego de la subzona 19, donde la antigua empresa de mantenimiento reconoció que “se producía la salida continua de caudal, aún cuando la bomba se encontrara parada”, de ahí que los trabajadores cerrasen siempre las llaves de paso anterior y posterior. 

La grieta “semicircular”

La estudio concluye que “las condiciones previas de seguridad de la ladera” desprendida “eran precarias” y, aunque apunta a que no existe constancia de hechos relevantes similares o parecidos a los del suceso de abril de 2017, “en los meses anteriores” a los hechos “se manifestaron síntomas de inestabilidad en la cabecera de la zona deslizada”. Entre estos “síntomas”, los geólogos se detienen en la grieta aparecida en diciembre de 2016. Según el informe, la rendija tenía forma “semicircular” y se situó “en la cabecera del deslizamiento” cuatro meses antes de los hechos. Esta grieta, apuntan, era un “signo de inestabilidad” de la ladera oeste, cuya aparición antecedió al derrumbe, que los especialistas que firman el estudio definen como “un deslizamiento con una forma semicircular en coronación con unas dimensiones de 25 metros de anchura por 100 metros de longitud” que se inició “desde el paseo de la Ronda Calatravos y se prolongó hasta la parte inferior atravesando la Ronda de Teruel”, situada en la parte inferior de la ladera.