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Nostalgia Nostalgia

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Javier Lizaga

Está la cosa tan jodida que hay días para preguntarse si va a estar la panadería en su sitio cuando vaya a por lo único dulce del periódico, el cruasán con que lo acompaño (buenísimo). Trenes que se paran, otro estudio-telenovela sobre la despoblación y como te descuides te cierran una Central. A veces dudo si damos noticias o motivos para ser pesimistas. El último drama, permítanme la ironía, es el cierre de una librería de Zaragoza. Mala noticia aunque, me recordó a la Calaf que dice que, en lugar de informados, nos tienen entretenidos.

Al anuncio de cierre de la librería zaragozana le han seguido cientos de lamentos de abnegados usuarios de las redes horrorizados por esta hecatombe cultural, pero a quienes preguntaría cuánto hace que no regalan un libro y cuántos leen cada año. Porque según el barómetro de la lectura 4 de cada 10 españoles no leen ni uno en 365 días. Ya saben, las redes. Allí todos leen poemas, aman al último famoso fallecido (si no está fallecido hay que insultarle) y la ideología se resume en ver quién ha dicho la última burrada. 

Y, por supuesto, todo pasado fue mejor. Bauman, otro fracasado, explica que de la exaltación del progreso (viva interné) hemos pasado a la epidemia de nostalgia. Alguien nos vendió la moto, dice el filósofo, de que el verdadero éxito es individual, a la mierda el resto si a nosotros nos va bien. Pero claro pronto viendo el naufragio colectivo nos suele entrar miedo, terror a que nos despidan o a nuestros hijos les vaya peor (el 90% de los franceses piensa que a sus hijos serán más pobres) y así el futuro pasa a ser una pesadilla y uno se refugia en el pasado.

Contra la desinformación, queda pensar. Pregúntense ¿por qué nos cuentan lo que nos cuentan? Y, sobre todo, ¿a quién beneficia? No se queden en el titular, profundicen, casi como un modo de vida. Un ejemplo: Atadi. Una asociación con diez centros y 6 residencias. Demuestran que los que llamamos discapacitados, realmente pueden con todo y, a veces, mejor que nosotros, con más sonrisas, créanme. No son noticia, no están de moda y el último día su gerente nos contó que un secretario de estado a quien pedían ayuda para un proyecto les dijo que son “un gasto”. Pero no se quejan, siguen a lo suyo.