Síguenos
¡Olé, olé, olé...! ¡Olé, olé, olé...!

¡Olé, olé, olé...!

banner click 244 banner 244
F.J.B.

Tenía dudas sobre el titular que debía encabezar este artículo. No sabía si abanderar la cosa con un rotundo “Carro de flores” por aquello de echar al Teruel todo el jardín que tengo aquí almacenado a fuerza de ahorrar elogios por una primera vuelta algo discreta, o hacerlo de la misma manera con la que terminó el partido del domingo en Lleida. ¡Olé, olé, olé…! coreaba la afición ilerdense ante el juego lúcido y brillante que desplegaba un Teruel imperial que ganó la pelea entre líneas y en profundidad, en creatividad y remate, en inteligencia y agresividad, en ambición y organización... ¡Cómo jugó el Teruel...!

Por eso he decidido que sí, que los oles son sinónimo de vivas, bravos y estupendos y que eso en el fondo es lo que me salía decir cuando acabaron esos noventa minutos de juego fluido y por momentos hermoso que arrinconó al todopoderoso equipo catalán, líder que lo era del campeonato pero que ya no lo es. Paliza, tunda, lección, baño o revolcón… Pongan el sustantivo que más les plazca para definir lo que pasó sobre el césped del Camp d’Esports y adósenle ahora adjetivos calificativos del tipo épico, exquisito o rutilante. Este es el Teruel que enamoró en Lleida, el que ya no es farolillo rojo y el que debe salir del pozo en el que anda instalado porque ese lugar no es para equipos poderosos con aires de excelencia. ¡Hay equipazo, coño!, y ese equipazo merece puestos de relumbrón o por lo menos de salvación.

Claro que ese juego arrebatado no puede quedar solo ante los gallitos del campeonato y en partidos a domicilio como ha ocurrido con Hércules o Lleida, e incluso ante el Barça ya en Pinilla. Hay que refrendar sobre lo verde de la avenida Aragón y certificar que este Teruel tiene carácter y destila coraje, y que atesora tanto fútbol en las botas que el domingo despertó la admiración de un estadio catalán que aspira a toda una primera división. ¡Ole, ole y ole…! Sonaba la cosa como aquella faena de algún torero ilustre sobre la arena del ruedo turolense. Y mis paisanos desplazados a la antigua Ilerda se deslumbraban… y un amigo seguía confirmando que este Teruel es poderoso y que no queda otra que creer en él. Así que el domingo, todos a refrendar ante el potente Hércules la buena estrella que desde hace semanas no nos deja perder. Y no desdeñemos por nada del mundo esos oles de admiración que otros cantaron por nosotros. Aquí también lo sabemos hacer. Solo hace falta que Aso arengue a su gente y a creer.