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Como síntoma Como síntoma

Como síntoma

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F.J.B.

Escribía la pasada semana sobre brotes verdes, esos que nacen con el solo hecho de alumbrarse una nueva temporada, pero también de los que afloran con una incipiente generación de jóvenes que está entrando en las plazas sin complejos y con la curiosidad de saber qué es esto del toreo. Pero matizaba esa esperanza por razón de la sinrazón de una industria de los toros que quizá aún no sepa la época en la que está viviendo. Y el caso es que en apenas unos días se han hecho públicos los carteles de Fallas, también los de Olivenza o Brihuega, plazas de primavera con tirón en el aficionado, e incluso andan en el horno los de Castellón que de entrada suman una corrida más al abono y nombres importantes en su nómina. Buena noticia. Pero lo es también que las figuras compartan carteles y fechas entre ellos mismos y con los toreros jóvenes que están llamados a sustituirles, y lo es que todos los abonos referidos tengan un interés diario y de forma constante. 

No va a ser el caso loar algo que debiera forma parte de la misma naturaleza del espectáculo pero tampoco entonaremos gorigoris funestos porque todo esté abocado al pesimismo y la desazón. Sirva solo este hecho como síntoma de una situación que quizá han comprendido taurinos y figuras, una situación que depende de ellos casi con exclusividad a la hora de resolver un futuro con garantías para el toreo. Decía el otro día un ecologista confeso como es Frank Cuesta en el Hormiguero que los toros no se pueden prohibir pero irán desapareciendo poco a poco por inasistencia y desinterés del público. Es verdad. Hay mucha competencia de ocio y socialmente el toreo tiene dificultades para ser explicado. Pero el toreo tiene de su parte la emoción, la épica, la creatividad, el arte, la belleza, la competencia y rivalidad entre figuras, la magnificencia del toro como animal… Reunir todo eso de forma casi diaria sobre la arena del ruedo depende con exclusividad de taurinos y toreros. Y esa es la baza que la fiesta de los toros tiene que jugar. Su única baza. Por eso los carteles de Valencia o Castellón van en esa dirección y sirven como síntoma de algo que se espera nos redima de un tiempo oscuro en la Fiesta. Ya no valen medias tintas, medios toros y figuras a medias. Se echa toda la carne en el asador y el que pueda aguantar el tirón que lo aguante… En Valencia, Castellón, Sevilla, Madrid… Y peleando por un lugar en el escalafón que se dilucide en la cara del toro y no en un despacho como venía sucediendo. Trae buenos síntomas esta primavera. Esperemos que la industria no defraude a los nuevos clientes que se asoman al espectáculo.