Síguenos
Daniel Pinteño, violinista especializado en música barroca:“La libertad que da una partitura barroca asemeja esta música al jazz” Daniel Pinteño, violinista especializado en música barroca:“La libertad que da una partitura barroca asemeja esta música al jazz”
Pinteño interpreta una pieza con su violín fabricado en el siglo XVII. M. A.

Daniel Pinteño, violinista especializado en música barroca:“La libertad que da una partitura barroca asemeja esta música al jazz”

El virtuoso violinista dirigió a la Camerata Santa Cecilia en un recital con repertorio de Antonio Vivaldi
banner click 244 banner 244

Dos de los amores del violinista malagueño –que no los únicos– son la música barroca y su violín construido hace 300 años. Ha realizado una serie de clases magistrales sobre música historicista en la Escuela Municipal de Teruel, y el domingo dirigió a la Camerata de Santa Cecilia en un recital con obras del gran Vivaldi. 

- ¿En qué consiste el proyecto Música Barroca que ha llevado a cabo en la Escuela de Música de Teruel?

- Es un taller que trata de introducir en la interpretación historicista al público más joven. No pretendo que nadie se obsesione con tocar de forma históricamente informada, sino simplemente sembrar la semillita.

- ¿Qué es exactamente la interpretación historicista?

- Realmente no podemos saber al 100% cómo sonaba la música de Vivaldi cuando él la interpretaba, pero se trata de reconstruir una interpretación a partir de las partituras y de lo que escribían sus contemporáneos, ser muy crítico con las ediciones modernas y con todo eso e instrumentos de época, o copias de los instrumentos de época, intentar hacer que la música suene como cuando fue compuesta. 

- ¿Tiene demanda?

- Muchísima. El barroco es una música muy antigua, pero al mismo tiempo muy moderna. Da al intérprete una enorme variedad de opciones para añadir y aportar cosas. La música moderna está perfectamente detallada pero una partitura barroca está limpia, no existen casi pianos, fortes, o crescendos y tiene que aportarlos el músico. Y tiene otra cosa que comparte con el jazz, y es que el bajo es armónico, cifrado, así que yo puedo tocar una sonata de Corelli con un clavecinista y suena distinta a hacerlo con otro. Sin embargo en una sonata romántica de Schumann lo tengo todo perfectamente escrito, y tengo que hacer lo que Schumann quiere porque está allí puesto. 

- Pero a nivel de calle el romanticismo es más popular que el barroco...

- Sí, desde luego. La gente conoce mucho más a Brahms que a José de Nebra, que era aragonés. Es lógico porque el romanticismo es el momento en el que la música clásica se convierte en algo popular, que sale de las cortes reales para llegar hasta la nueva clase burguesa que se abre paso en el siglo XIX. La música se hace más accesible, mucha gente tiene un piano en su casa y la gente consume partituras a partir de entonces. Es la época en la surge el fenómeno del compositor genio al que mucha gente escucha. 

- El concierto del Claustro del Obispado estuvo centrado en Vivaldi. Más allá de que sea el compositor más popular del barroco, ¿qué aportó a la música?

- El lenguaje de Vivaldi es muy violinístico. Pero en nuestro caso tiene interés porque sus conciertos los estudia el violinista cuando es estudiante, porque por ejecución son muy indicados. Yo quiero que los músicos vean cómo suenan esos conciertos tocados de una forma seria y reflexionada. Quiero que vean que el barroco no es una cosa aburrida que se toca con el Suzuki, que es el método con el que se empieza, sino una música muy interesante. 

- Usted toca en numerosas agrupaciones aunque principalmente en Concerto 1700. 

- Sí. Una de las cosas que hacemos es un espectáculo para niños que se llama Barrokid; una especie de cena musical para niños a los que repartimos un menú con el que ellos mismos construyen el concierto. Pero lo que hacemos sobre todo es recuperar música barroca, principalmente española del XVIII, de la que aún queda un montón por descubrir. Acabamos de sacar nuestro primer disco, Amoroso señor, que se presenta dentro de dos semanas en Madrid, con música de José de Torres, maestro de Capilla en Madrid con Felipe V. Hemos recuperado cuatro cantadas 400 años después de que se escribieran, que se encontraron en México y en Guatemala.

- ¿Qué historia tiene su violín?

- Yo andaba buscando un violín de época y mi profesor, Hiro Kurosaki, me puso en el camino de uno en Munich. Es un violín anónimo, del siglo XVII, lo vi y me enamoré. 

- ¿Cuánto puede costar un violín de hace más de 300 años?

- Eso es una locura. Hay muchas categorías y nombres. El mío, por suerte, es anónimo y me quité muchos ceros. Pero un Stradivari puede costar varios millones de euros. Es un mercado como el del arte, en el que mucha gente invierte.

- He leído por ahí que los violines de principios del XVIII suenan mejor que ninguno porque fueron construidos con árboles que crecieron durante el Mínimo de Maunder, época en la que el frío extremo hizo que desarrollaran una madera particularmente dura y densa. ¿Es cierto?

- Es una de las teorías que existen, pero no se sabe a ciencia cierta cuál de las que hay es la buena. Hay incluso películas sobre el tema, como Violín rojo. Lo cierto es que un Stradivarius, un Amati o un Guarnieri suenan de maravilla aunque no estoy seguro de por qué. También tengo que decir que no todos los instrumentos con firma suenan igual de bien, y al final un instrumento no deja de ser algo que tiene que ayudarte a ti a expresarte, al margen de su calidad o de su precio. Y también es verdad que se han hecho catas a ciegas en las que violinistas muy buenos no han sido capaces de distinguir por el sonido un violín con firma y solera y otro de calidad, pero moderno.