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Lady Azagra Lady Azagra

Lady Azagra

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Elena Gómez

Un año más, hoy asistiremos a la boda de Isabel de Segura con el señor de Azagra, en contra de su voluntad y del destino soñado junto a su amado, Diego de Marcilla. 

Una historia en bucle que nos da identidad como turolenses y una gran proyección turística internacional. 

Así que, de entrada, quiero desear a todos los lectores que pasen una feliz recreación medieval.

Yo, como casi todos nosotros, llevo muy dentro el mito de los amantes de Teruel y estoy encantada de que se celebre de este modo. Por eso, mi alias en todas las redes sociales es Lady Azagra. 

No tengo nada que ver con Albarracín, ni con ese apellido, ni pertenezco a la Jaima que enarbola esta bandera con tanto orgullo, pero desde hace tiempo me gusta imaginarme como descendiente de una familia humillada y vilipendiada por la leyenda. 

Así, llegadas estas fechas, suelo defender la causa de los Azagra en todos los foros cibernéticos que se me ocurre. Maneras que tiene una de hacer un poco el tonto…

Y es que siempre me ha atraído mucho el lado de los perdedores. En mi opinión, el marido legítimo de Isabel fue una víctima más del infortunio amoroso. 

Si nos ponemos en situación, en la Edad Media todos los matrimonios de las clases más altas eran concertados. Que en la literatura de la época comenzara a aparecer la idea del amor cortés, no quita valor a las intenciones de don Pedro.

Sin embargo, llegado el momento del drama, tuvo la humildad (dudo mucho si la sensatez) de reconocer el amor entre ambos amantes, concediendo el privilegio de que fueran enterrados juntos como marido y mujer, y renunciando así a su derecho que por ley y por Gracia Divina se le había concedido.

Entiendan pues, mi certeza de la gran injusticia que se ha cometido históricamente con esta figura del terrible suceso acontecido en el Teruel del siglo XIII. 

El hecho de que a los Azagra nos tocara encarnar el papel de villanos no deja de importunarme.