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En el museo Yad Vashem del Holocausto, en Jerusalén, hay un espacio dedicado a documentar la barbarie. Conserva el museo millones de papeles, fotografías y objetos de los más de 5 millones de judíos que murieron a manos de los nazis. Ofrece incluso al visitante ordenadores para rastrear el fondo documental en busca de familiares. Ver aquello te hace entender la magnitud de la tragedia.

Durante la visita, se hace hincapié en explicar cómo nace el antisemitismo, cómo se convirtió en algo normal en la Alemania de Hitler o cómo los nazis acabaron con la vida de millones de personas con total impunidad, mientras sus vecinos y toda Europa miraban para otro lado.

Todavía más sobrecogedor es visitar los campos de Asuchwitz y Bikernanu, en Polonia. Allí, la atmósfera te traslada, desde que cruzas la puerta con la famosa leyenda El trabajo os hará libres a principios de los años 40 y es difícil no emocionarse cuando se comprueban in-situ las condiciones de vida de unos lugares cuyo único cometido eran exterminar a miles de judíos solo por el hecho de serlo.

Tanto en el Yad Vashem como en Auschwitz hay espacios dedicados a mostrar fotografías de la gente que pasó por los campos. La gran mayoría estuvieron muy poco tiempo, porque pronto pasaron por las cámaras de gas o murieron por las durísimas condiciones de vida.

Que los guías te expliquen el día a día del campo, las vejaciones, los insultos, las palizas o el trato denigrante que se daba a aquellas personas resulta doloroso e indignante, pero sobre todo cuando piensas que eso ocurrió hace solo cuatro días en la próspera, culta, elitista y vieja Europa.

El Holocausto ha sido, con diferencia, la página más negra de nuestra historia. Un insulto al ser humano, un exterminio consentido de millones de personas, un genocidio que acabó con generaciones enteras y que provocó que las cosas ya nunca hayan sido iguales.

Por eso, cuando algunos aprovechan el conflicto y la zozobra de los últimos días para llamar nazis a los que no comulgan con sus ruedas de molino, no puedo más que sentir mucha pena por ellos y por su enorme ignorancia.