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Beatificados tres vicencianos turolenses muertos en la guerra Beatificados tres vicencianos turolenses muertos en la guerra
El cardenal Angelo Amato ofició la ceremonia de beatificación con los arzobispos de Madrid y de Valencia . EFE/Víctor Lerena

Beatificados tres vicencianos turolenses muertos en la guerra

En la ceremonia, celebrada en Madrid, se beatificó a 60 religiosos
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La Iglesia Católica beatificó ayer a 60 mártires de la Familia Vicenciana asesinados durante la guerra civil española en una ceremonia que se celebró en el Palacio de Vistalegre con la presencia de los arzobispos de Madrid, Carlos Osoro, y de Valencia, Antonio Cañizares. Entre los nuevos beatos figuran tres miembros de la Congregación de la Misión de la provincia de Teruel: el padre Roque Guillén Garcés, nacido en Sarrión en 1879; el hermano Roque Catalán Domingo, nacido en La Aldehuela en 1874 ; y el padre Pedro Pascual García Martín, nacido en Monteagudo del Castillo en 1892.

Ante más de 3.000 fieles, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, ofició la ceremonia y calificó de “página oscura contra personas indefensas e inocentes” el período vivido en España entre los años 1936 y 1939 y manifestó que no debe olvidarse “para que no se repita una ola similar de odio fratricida”.

Amato resaltó que “son 60 los mártires que el papa Francisco eleva al honor de los altares” e incluyen sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos”, que fueron asesinados “por ser católicos”.

El Cardenal insistió en que “en aquellos años, abandonada la idea de fraternidad, de respeto a las ideas y a la vida de los demás, en muchos lugares reinaba en hostigamiento y la arbitrariedad más absoluta con el único objetivo de aniquilar a la Iglesia católica”.

Por ello, dijo: “Los lugares de culto fueron incendiados, los conventos clausurados, las escuelas ocupadas y la gente encarcelada y asesinada”. 

“No hubo ningún respeto por la libertad y la dignidad de las personas. Fue una tormenta que azotó violentamente la nación, cubriéndola de polvo, de humo y cadáveres. Fue una macabra exaltación del mal y del odio”, añadió.

A juicio de Amato, los mártires respondieron a esta persecución “ciega e inhumana” como les había preparado su fe “para el supremo sacrificio de su vida por Cristo”.

En este sentido, recordó a uno de los mártires, Vicente Queralt, de 42 años, y resaltó que fue denunciado, capturado y fusilado por ser sacerdote” y que otros integrantes de este grupo de 60 fueron asesinados “sólo por llevar el crucifijo en las sotanas”.

 

Presencia

Amato recordó que en 1936 la familia Vicenciana tenía en España una presencia digna de elogio y realizaba grandes obras de caridad, mientras que los arzobispos de Madrid y Valencia agradecieron al papa la beatificación de estos mártires que “derramaron su sangre en defensa de la fe”.

Los 60 nuevos beatificados pertenecían a la Familia Vicenciana y entre ellos había 40 misioneros paúles -24 sacerdotes y 16 hermanos-, dos hijas de la Caridad, 13 laicos de las asociaciones vicencianas y cinco sacerdotes diocesanos de Murcia, asesores de esas asociaciones.

La mayoría de ellos (39) murieron en Madrid entre los meses de julio y diciembre de 1936. Cinco lo hicieron en Barcelona, uno en Gerona, tres en Valencia y 12 en Murcia.

Para el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, estos 60 mártires dieron su vida por amor a los demás y para construir un mundo sin rencores ni envidias.