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La batalla La batalla

La batalla

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Javier Lizaga

Imaginen que mañana su casa es parte de un muro que no pueden cruzar bajo amenaza de muerte. Sitúense en una noche de agosto, la del 12 de agosto de 1961 e imaginen que ya no pueden ir a la tienda, al parque o ver a sus amigos o incluso a su novia, si han quedado al otro lado. En la calle Bernauer en Berlín, sus casas eran territorio comunista, pero si sacaban la mano por la ventana pasaban a la parte occidental. Muchos sacaron el cuerpo entero y se fugaron hasta que les tapiaron las ventanas y mientras no les alcanzaron las balas, porque sólo 6 días después ya había una chica asesinada a tiros. 

Estuve en esa calle por casualidad y solamente con cerrar los ojos puedo volver a pasear por allí. La recorrí entera, con zapatillas y pantalón corto, corriendo a las seis de la mañana. Sólo una línea desentonaba con las unifamiliares envidiables y las zonas verdes idílicas, una línea que justificaba sin querer la anchura de una avenida construida sobre el foso por donde patrullaban los soldados a diario. No es que entendiera en esos metros el sentido del muro, por fin comprendí a quienes lo sufrieron.

En esa calle se tomó la foto de Hans Conrad Schumann, el primer soldado que desertó de la Alemania Oriental. Muchos comparan esa foto con la del miliciano de Robert Capa. Capa y Hemingway estuvieron en Teruel. Lo cuenta ahora una web municipal, donde como siempre hay muchos que han trabajado gratis porque creen en ese proyecto y porque como Alfonso Casas llevan muchas horas detrás. Teruel no tuvo un muro, pero sí un frente de 80 kilómetros que recorrí con el coronel Miguel Juliá, otro apasionado, que allí me habló de los “pasados”. Los que cambiaban de frente a riesgo de morir a tiros o de ser considerados traidores, como en Berlín. Mi abuelo fue uno de ellos y el único que me hablaba de la guerra. De las penurias, de la gente ruin y de la suerte. Yo leía los libros de historia con avidez para poder llenar los huecos y poder seguirle.

Estos días hace 80 años del peor invierno de esta ciudad, de la batalla de Teruel. Podemos hacer un museo para contarlo, orgullosos como dice el poeta Ángel González de ser el éxito de los fracasos que nos precedieron, o seguir con otras batallas, ahora políticas, que no merecen ni un cuartucho.