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Bienvenido a la peligrosa vida de los árboles Bienvenido a la peligrosa vida de los árboles
Imagen de una sabina negra de casi 200 años de vida, presente en la exposición que podrá verse en Andorra

Bienvenido a la peligrosa vida de los árboles

El CEA Ítaca de Andorra expondrá "Arbóreo", una muestra sobre plantas leñosas, a partir del 14 de febrero
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A falta de capacidad motora para escapar de las plagas o los incendios y que les permita emigrar cuando las condiciones climáticas o meteorológicas son muy adversas, los árboles y arbustos han desarrollado una de las pieles más robustas de entre los seres vivos, la corteza, que se renueva anualmente sobre la anterior y que les permite protegerse razonablemente bien de casi todos los peligros.

Pero esa coraza no es indestructible ni completamente rígida y cada perturbación traumática por la que atraviesan va dejando cicatrices en ella como un registro perfectamente localizable en el tiempo, ya que cada año una nueva capa de corteza cubre la anterior. Gracias a la dendrocronología los científicos pueden examinar, interpretar y relacionar entre sí esas cicatrices. Esa ciencia permite leer la sección de un tronco como si fuera un libro “que describe la peligrosa vida de los árboles”, según Jesús Julio Camarero, investigador del Instituto Pirenáico de Ecología Aula Dei del CSIC. 

Camarero es además el asesor de la exposición Arbóreo, los árboles nos cuentan su vida, una muestra didáctica que adentra al visitante en el mundo de la dendrocronología y de la morfología de los árboles como herramientas para estudiar el medioambiente. La exposición, comisariada por Miguel Ortega, del centro de naturaleza Espacio Salto de Roldán de Nueno (Huesca), se expondrá en el Centro de Estudios Medioambientales Ítaca de Andorra, con motivo del Día del Árbol, desde el 14 de febrero al 28 de abril. Podrá visitarse gratuitamente de lunes a viernes de 9 a 14 horas, y también de 17 a 19 horas los lunes, martes y miércoles. 

Ortega y Camarero trabajaron juntos por primera vez en una exposición titulada Las heridas de los árboles que hablaba exclusivamente de la dendrocronología, o la extracción de información a través de los anillos internos de crecimiento. Sin dejarla de lado, Arbóreo incorpora además el estudio de la forma que adquieren esos árboles, que varía sustancialmente en función de su vida. “Un tigre siempre tiene una cabeza y cuatro patas viva en la selva o en un zoo”, explica Miguel Ortega. “Pero un árbol o un arbusto tiene un plan de crecimiento que varía sustancialmente según sus condiciones, sí vive solo o con más plantas, si hay sequías o incendios...”. Y como además un árbol suele vivir más años, “tiene más tiempo para modelarse de un modo peculiar”.

Lo que aporta Arbóreo sobre Las heridas de los árboles es que, “a diferencia de los anillos de las rodajas, todo el mundo puede ver la forma de los árboles en el campo, y la gente puede identificar las cosas que les cuentas con lo que ellos han visto alguna vez. De ese modo descubren que las formas curiosas de los árboles nunca son caprichosas, sino que siempre tienen alguna razón”.

Pero no siempre son fáciles de encontrar esas razones. En Andorra podrá verse al menos un ejemplar de unas sabinas negras que estudió Ortega, una especie que suele crecer aislada en roquedales porque soporta muy mal la sombra de otros árboles. “Estas tienen en torno a 650 años y unas formas muy peculiares, tanto que todavía no sabemos explicar al 100 por 100 por qué son así”.

Por su parte, los anillos de crecimiento de los árboles también están presentes en la muestra porque aportan abundante información sobre la vida del individuo, muy determinada por las condiciones climáticas generales de un lugar, las eventuales, como grandes sequías, o los hechos puntuales que les afectaron en un momento dado. Según Camarero, “hay rodajas que a través de sus anillos muestran los efectos de la riada de 1996 en Biescas, por ejemplo”, y en otras ocasiones se convierten en pistas de auténticos casos detectivescos. Miguel Ortega explica que en una ocasión estudiaron unos abetos de Biescas cuyas rodajas, varias de las cuales se expondrán en Andorra, demostraban que crecían anualmente 1 mm de grosor, y en un año concreto, todas el mismo, presentaban un sorprendente crecimiento de 10 mm. “Fuimos sobre el terreno y pronto averiguamos que en 1981 se talaron muchos abetos para construir el polideportivo. Los que entonces eran pequeños y no fueron cortados dejaron de tener competencia por la luz solar, y por eso el año de esa tala crecieron tanto”. 

Con toda esa información, los científicos pueden cruzar datos y estudiar la periodicidad de diversos fenómenos meteorológicos recurrentes, o establecer correspondencias entre sucesos de diverso origen. “Por ejemplo podemos estudiar las defoliaciones provocadas por la plaga de la procesionaria en la corteza de los pinos”, y deducir si están relacionadas con periodos de sequía u otros fenómenos, explica Jesús Julio Camarero.  

La exposición tienen un carácter eminentemente divulgativa, y articula su discurso expositivo a través de más de setecientas piezas procedentes de 72 especies de toda la península Ibérica, en especial del Alto Aragón. La belleza de muchas de las piezas y troncos, expuestos como si de esculturas se tratara, le confiere un valor muy especial. 

Miguel Ortega dará una charla y una visita guiada el día de la inauguración, el 14 de febrero a las 19 horas, que podría repetirse si hay colegios o centros interesados en hacerlo. 

Los comisarios de la muestra aclaran además que para obtener las piezas expuestas no ha sido necesario cortar ningún árbol ni arbusto vivo, ya que se han aprovechado ejemplares encontrados muertos en la naturaleza, así como los materiales resultantes de talas, limpiezas de caminos y desbroces. 

Arbóreo ha estado expuesta en más de dieciocho espacios de toda España, incluido el Instituto Pirenáico de Ecología del CSIC en Zaragoza o el Jardín Botánico de Valencia.