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El amor El amor
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Javier Lizaga

Iba a hablar de la nieve, elemento de psiquiatría que permite diferenciar entre quienes tienen un pequeño Montoro en el cerebro, esos que no paran de quejarse, y los felices inmaduros que no pueden dejar de sonreírse y están esperando la ocasión para meterle un bolazo a los primeros. Pero claro, 14 de febrero, y he pensado que algo tenía que decir del amor.

Ya avisa Leila Guerriero que, en periodismo, hay un déficit cuando las historias no riman con catástrofe y tragedia. Por eso para hablar de amor hay que rebuscar hasta 1987 (mil gracias a Elisa) para encontrar a María Dolores y Jerónimo. Para quienes no conozcan la historia, la diputada socialista de Calamocha que huyó con el cura de Báguena. Uno se cree el romance no por la huida sino al saber que el cura les dejó sin misa en plenas fiestas. Enamorados cuando eran niños, los primos lejanos se reencontraron y se volvieron muy cercanos, detallan las crónicas, después de que él le pasase el brazo por el hombro, mientras cantaba jotas. La imagen es más potente que la despedida de “Casablanca”. Llama la atención que el más indignado no  fuera el marido de la diputada, sino Ramón Tejedor, del grupo socialista, por si perdían una votación. La política ya prometía.

Dice Beigdeber en “El amor dura tres años” que el amor es un combate perdido de antemano aunque matiza que, realmente, la mala prensa que tiene la soledad es porque te obliga a pensar demasiado. Aunque no hay nada, recomienda, como una dieta por desamor para recuperar el tipo. Si buscamos desgracia, lo que le viene a uno es Juan Eugenio de Hartzembusch, que sonará más por el bar de copas que tuvo abierto hasta hace poco, pero que también escribió la versión más famosa de “Los Amantes de Teruel”.  Si uno revisa la historia, perdonen, pero hay muchas lagunas. La historia comienza cuando Zulima, reina mora, libera a Diego de la cárcel porque se ha enamorado de él. Personalmente pienso que hubo flirteo previo, o sea que, mucho Isabel pero... En cualquier caso él se remite a los seis años y dice que le falta un día para evitar la boda. Cualquiera sabe que, prácticamente con el tren que hay, tenía que haber dado por perdido llegar a tiempo.

Triunfantes o no, ambas historias dan la razón a Nicanor Parra que en un poema relataba la vuelta a su pueblo natal y explicaba que de mirar a lo lejos buscando la dicha, uno no se percata que está muy cerca.