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El latir del tambor El latir del tambor

El latir del tambor

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Cruz Aguilar

He disfrutado pocas veces de la Semana Santa de la capital turolense. Bueno, para ser exactos nunca he estado un Viernes Santo, el resto de los días sí, cuando me ha tocado trabajar. No es que salga huyendo, pero es que por unas cosas o por otras siempre acabo yendo al pueblo.
Sin embargo, sí suelo ir cuando puedo a ver la Retreta, que me parece la mejor manera de dar la bienvenida a la Semana Santa, aunque los toques que en ella se escuchan muchas veces tienen poco de solemnes. Aclaro que este año no la he visto, para que nadie se de por aludido, pero en ediciones anteriores si cerraba los ojos me imaginaba más dentro de una batukada rodeada de gente con rastas que en una procesión con los tamborileros vestidos con hábitos hasta el suelo. 
Y está bien, porque la percusión es eso, el sonido más visceral, sea con una imagen de Cristo al lado o poniendo la banda sonora a una fiesta de la espuma. La cuestión está en que quien cree el sonido lo haga con pasión, y de eso no falta en esta provincia.
El otro día escuché la saeta que Machado dedicó al Cristo de los Gitanos en la plaza de las Monjas y me gustó mucho. Para mí la Semana Santa es también voz, la de la procesión de mi pueblo, pero nunca había oído una saeta como tal en directo.   
Y es que mi Semana Santa se limita al Bajo Aragón, donde hay muchas cosas para ver, pero varían poco entre una edición y la siguiente. Cada año, cuando pasan estos días, me planteo que el próximo habría que cambiar de aires, conocer otras tradiciones en otras partes o buscar derroteros diferentes con tonalidades que no fueran moradas y negras. 
Pero cada marzo o abril, cuando se acerca la Semana Santa, el tambor –que nunca he tocado, por cierto– marca el latir de mi vida, sea por decisión propia o condicionada.  Y es que la Pascua no es solo tambor, religión y procesiones. Es también disfrutar de raticos con la gente que te apetece estar. Hay que apreciar las pequeñas cosas, esas que a veces no se valoran lo suficiente, y para eso no hace falta hacer muchos kilómetros.