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Cruz Aguilar

Llevamos toda la semana con el master de Cristina Cifuentes al retortero. Por lo que se ve la presidenta de la Comunidad de Madrid ha encadenado una mentira tras otra involucrando en ellas a personal de la Universidad Rey Juan Carlos, que al final ha tenido que llevar el caso a la fiscalía para limpiar, en la medida de lo posible, su imagen.  Cifuentes ha intentado salir airosa de las acusaciones y para ello no ha dudado en mentir ni en involucrar con ello a profesores, responsables del master y al mismísimo rector. 

Llama la atención que una persona se invente sin ningún pudor un título que no tiene y que además no necesita para estar en el cargo que ocupa. En España no hacen falta estudios para escalar en la política. Pero es cierto que dan prestigio y que muchos, por ese motivo, los magnifican. Me explico, cuando llegan las elecciones y en el currículo de un candidato pone “estudios de Derecho” es que los ha comenzado pero, ni mucho menos, tiene la licenciatura, porque si la tiene lo pone bien bien clarito, para que no haya dudas. 
Como todos los estudiantes saben, sacarse cualquier título universitario requiere un gran esfuerzo, tanto académico como económico –aunque esto para Cifuentes no sea relevante–. Si es presencial a nadie le dejan faltar a clase y si hay que presentar un trabajo es muy raro que, con las nuevas tecnologías que nos rodean, no esté guardado en la nube, en un disco duro o en el propio correo del alumno o del profesor. Vamos, que muy listo no hay que ser para saber que en este caso hay más de un gato encerrado.
Dicho todo esto, y dejando bien claro que las mentiras de Cifuentes y las falsificaciones de una universidad pública española son injustificables, resulta llamativo que haya mayor linchamiento público por un título que por apropiación indebida de fondos o por malversación. Se ha escrito y tuiteado menos de otros responsables políticos que han estado implicados en casos de corrupción. También, si comparamos, salen mejor parados los que venden patria y luego pagan sus impuestos en otro sitio para ahorrar. Y se trata de actitudes que también dañan, y mucho, la imagen y lo que no es la imagen del país.