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Adiós a Eugeni Forcano, el fotógrafo que soñaba con Villarquemado Adiós a Eugeni Forcano, el fotógrafo que soñaba con Villarquemado
Eugeni Forcano, con vínculos familiares en Villarquemado y fallecido el pasado 23 de abril, posa para la entrevista que se publicó en 2012. Ana Torres

Adiós a Eugeni Forcano, el fotógrafo que soñaba con Villarquemado

DIARIO DE TERUEL homenajea al Premio Nacional de Fotografía, fallecido el 23 de abril, reproduciendo la entrevista que le hizo Ana Torres en 2012
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El pasado 23 de abril falleció a los 92 años de edad en Canet de Mar (Barcelona) el fotógrafo Eugeni Forcano i Andreu, que ganó el Premio Nacional de Fotografía en 2012. Hace ahora seis años, DIARIO DE TERUEL publicó una entrevista con el fotógrafo firmada por la periodista Ana Torres Garijo. Reproducimos la entrevista, tal y como apareció el 22 de abril de 2012,  como homenaje a este fotógrafo con raíces en la localidad turolense de Villarquemado:

 

Disparó con su cámara a la gente de la calle, a aquellos que componían la Barcelona cotidiana de los años sesenta. Después saltó a la moda y fueron las modelos extranjeras quienes pusieron cara a sus imágenes. Más tarde jugó con la luz. La trayectoria profesional de Eugeni Forcano ha tenido muchas paradas. La última, en Teruel. Para reencontrarse con sus raíces.  

“Mi abuelo Matías Jorcano era de Villarquemado. Se fue a Barcelona a hacer la mili y allí se casó. Murió de tifus muy joven, por eso los nietos no lo conocimos. Pero mi abuela siempre nos hablaba del pueblo. Villarquemado era para nosotros un sueño, una palabra sonora que alimentaba nuestra imaginación. Y cuando un familiar llamado Abraham vino desde allí a visitarnos, hombre con barba y nombre bíblico, la leyenda del pueblo creció todavía más”. 

Eugeni Forcano repasa sus recuerdos en su piso de Barcelona. A los 86 años, proyecta una imagen de genio elegante: pelo blanco y bigotillo fino, recién arreglado. Botines lustrados, pantalón negro con raya planchada, camisa oscura de terciopelo. Por encima, un chaleco de raso bordado. La guinda de su conjunto impecable es la cruz plateada que le cuelga sobre el pecho. 

Las habitaciones de la casa donde vive son una prolongación de su peculiar atuendo. “Soy asiduo de los Encantes y de los anticuarios”, confiesa sin necesidad, pues los ojos enseguida lo advierten: en cada rincón de su vivienda hay un santo, un mueble barroco o una colección de candelabros. Colgada en la pared, una antigua orla universitaria de una promoción que se graduó hace décadas. Sobre ella, grandes fotos de boda de parejas desconocidas. “En esta casa hay muchos huéspedes, pero ninguno es de la familia”, bromea su mujer, María Antonia Lloveras. 

El concurso de Destino

Eugeni Forcano nació en Canet de Mar (Barcelona) en 1926 y fue un aficionado de la cámara hasta que ganó un concurso de fotografía que convocaba la revista Destino. Ahí empezó su carrera como profesional, a los 34 años. “El director me llamó para hacer las portadas de cada número y cambió el sentido de mi vida”, recuerda. 

Era 1960. El nuevo Forcano se quitó la corbata de repartidor y se colgó la cámara al cuello. Durante catorce años, recorrió las calles de Barcelona para retratar en blanco y negro las estampas cotidianas que se le ponían a tiro: señoras que compraban y señores que vendían. Niños, curas y monjas. Corros de vecinos, parejas de enamorados y calles con prostitutas en busca de clientes. Escenas variopintas que después aparecían en la portada de Destino. 

Su cámara captaba sonrisas y miradas curiosas en el instante que más intensidad tenían. Forcano disparaba a tiempo, cuando la ráfaga de viento levantaba la falda que dejaba al aire la ropa interior. Sus fotos retenía lo espontáneo, la vida de la calle tal y como era, por eso el espectador que contempla hoy estas imágenes descubre personajes, gestos y actitudes propias de una época que se fue. Ahí reside su valor. 

“Iba por la calle y disparaba a aquello que me impresionaba. No miraba nunca por el visor porque era llamar la atención. Si las personas estaban próximas y veían la cámara, la foto ya no tenía interés”, asegura. “Lo bonito era cogerlas tal y como eran, tal y como se expresaban”. 

Monjas y hombres

El pan nuestro de cada día (1962) inmortaliza a una mujer oronda que sostiene cuatro barras de pan entre sus brazos. Conversa alegre mientras las asas de una bolsa repleta se hunden en su brazo carnoso. “En aquella época, poder comer pan te hacía feliz, por eso aquella mujer lo parecía”, cuenta Forcano. Pero en 2005 recibió un correo electrónico que le cambió la visión de esa foto: “Alguien me escribió desde Mallorca para decirme que había reconocido a su abuela en una exposición. Me contó que aquella señora de la imagen se ganó la vida fregando escaleras de rodillas y terminó paralítica en un cuarto piso de Barcelona”.

¿El fotógrafo piensa en la repercusión que tendrán luego sus imágenes? “Yo hago las fotos que me emocionan. No sé si gustarán o no. Sé si yo disfruto y me emociono”, reconoce Forcano. Solo una vez sus disparos se cruzaron con la censura, cuando el cardenal de Barcelona le acusó de manipular la imagen de unas monjas -dos hermanas con hábito sentadas al sol junto al resto de bañistas-. “Tuve que ir con los negativos originales para demostrar que no era un montaje”, cuenta. Pero después añade divertido que esperó con malicia a que pasara un hombre por delante de las monjas antes de disparar la cámara. 

La imagen de Teruel

Teruel ha sido para Forcano una realidad evocada a través de los cuentos de su abuela; un espacio de fábula que se materializó por primera vez en los setenta, cuando viajó para conocer a los parientes. Hace un par de años, Eugeni volvió para donar unos libros que recogen sus fotos, pero nadie le reconoció.

Una mutación en su apellido   -del Jorcano de su abuelo al Forcano que lleva él- hizo que al principio no le encontrasen parientes en el censo del ayuntamiento. Pero el anonimato se disipó rápido y acabó en llamada sorpresa: el pueblo natal de su abuelo quería reconocer su trayectoria. En breve, Villarquemado inaugurará una sala de exposiciones que llevará el nombre de Eugeni Forcano, un pequeño gesto que, por lo inesperado, Eugeni recibe con la misma ilusión que cuando Barcelona le entregó la Medalla de Oro al Mérito Artístico.

La popularidad de Forcano creció en la etapa de Destino y a partir de ahí se sucedieron los encargos. “Todo creyeron que era un buen fotógrafo y no lo era”, bromea para enlazar con una anécdota: lo primero que le ofrecieron al margen de los reportajes fue un catálogo de moda para Seix Barral. Se presentó en la entrevista con fingida seguridad y le adjudicaron el trabajo, pero al salir sintió que las piernas no le respondían. Jamás había hecho una foto en color.  

Compró un carrete con el prospecto en inglés y confió en la traducción que le hizo su hermano. Los nervios lo mantuvieron despierto toda la noche, pero las fotos salieron bien. Forcano confirmó entonces una teoría que repite con frecuencia: “No es necesario estudiar, el fotógrafo solo debe tener el alma dispuesta y afición. La clave está en comunicar con cada disparo”. 

La suerte

Forcano coqueteó con la moda y acabó dedicado a ella por completo tras abandonar Destino en 1974. Esta nueva etapa le proporcionó una vida cómoda marcada por las exposiciones, los premios y el dinero. La moda satisfacía el bolsillo, pero no el alma del fotógrafo, por eso utilizó las ganancias para experimentar con la cámara más allá de los maniquíes.  

Trabajó seis años en la oscuridad de su estudio y al final dio con aquello que buscaba: “conseguí provocar el azar a través de la luz eléctrica”, anuncia mostrando unas ampliaciones con manchas de color irisadas que sugieren formas diversas. 

¿Es una chispa? “No, la chispa se escapa ante la cámara”. ¿Luz en movimiento? “No revelaré el secreto”, dice con una sonrisa, e insiste en mostrar las “texturas lumínicas” conseguidas con esa técnica que guarda con celo. 

Suerte. Eugeni Forcano repite esta palabra al hablar de todas las etapas de su carrera. Dice que la tuvo al ganar el concurso de Destino y que le ha acompañado en diferentes momentos profesionales. También en Villarquemado se ha encontrado con la fortuna. 

“Que pongan mi nombre a una sala es insólito, es algo que no esperaba”, explica emocionado.  Forcano no sabe si la salud le permitirá viajar a Villarquemado el día que se inaugure, pero quiere que la sala guarde alguno de los “objetos disparatados” que decoran su hogar. “Él, por ejemplo. Y ella”, dice señalando un par de estatuas antiguas que, encaramadas en lo alto de un mueble, parecen vigilar todo lo que ocurre en su salón.

Revista Destino

“En Destino me sentí libre”, explica Forcano durante la entrevista. Entre 1960 y 1974, periodo en el que trabajó para la revista, Destino era una publicación de prestigio: liberal y catalanista, aglutinaba a intelectuales que pertenecían a la ‘tercera España’, la que no tuvo que exiliarse pero era crítica con la dictadura.  Forcano estuvo en plantilla en la época de Josep Vergés y Néstor Luján, editor y director de Destino, respectivamente. También coincidió con el escritor Josep Pla, quién firmó artículos en sus páginas durante más de 36 años. En uno de ellos, elogió así las imágenes del fotógrafo: “son tan directas, contienen una dosis de expresividad tan elevada, que no hay necesidad de poner una nota explicativa cualquiera a pie de página”.  También pasaron por la redacción de Destino otros escritores como Miguel Delibes, Eugenio y Santiago Nadal, Eugenio d’Ors, Camilo José Cela y Ana María Matute.  La revista nació en Burgos en el año 1937 bajo el amparo de las Juntas de Ofensivas Nacional-Sindicalista (JONS). En su primera etapa fue una publicación falangista dirigida a los catalanes afines al movimiento, pero acabada la guerra la redacción se trasladó a Barcelona. Destino evolucionó entonces hacia posiciones liberales y se convirtió en un referente democrático. A mediados de los setenta, un grupo empresarial encabezado por Jordi Pujol compró la revista, pero el nuevo proyecto editorial fracasó y Destino dejó de publicarse en 1980.