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Cinismo y corrupción Cinismo y corrupción

Cinismo y corrupción

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Elena Gómez

Una de las experiencias más fascinantes de mi vida ha sido ser concejal del Ayuntamiento de Teruel. Aunque por poco tiempo, fue para mí un verdadero honor y un privilegio poder representar a mi ciudad.

Pronto dejé la política por diversas razones. Una de ellas fue que no me vi capaz de ser lo bastante astuta y estratega para continuar en una actividad que requiere tanta dedicación.

Vaya por delante mi admiración a los políticos que deciden dedicarse a esto por el simple afán de construir una sociedad mejor. Poco se habla de los muchos que trabajan por sus vecinos de forma completamente gratuita y desinteresada. Yo conozco unos cuantos, y seguro que ustedes también.

El problema es que hacen más ruido aquellos que, en vez de ser útiles a la sociedad, deciden hacer de la política una herramienta para su enriquecimiento personal. Ejemplos en España tenemos muchos, demasiados. 

No voy a declamar aquí por la justicia o la eliminación de la corrupción. Para eso ya hay periodistas, tertulianos y opinadores profesionales. Pero en los últimos días, en los que estamos pendientes de esas noticias que tanto nos preocupan, hay algo que no me quito de la cabeza. 

Me deja perpleja el cinismo de la mayoría de los involucrados en estos escándalos. Da igual la orientación ideológica del interlocutor, casi todos respetan o dejan de respetar las decisiones judiciales según les conviene. 

La mayoría, además, mantiene una expresión de asombro cuando alguien les interpela sobre el asunto en cuestión. 

Y a todos les gusta mezclar "churras con merinas" al intentar defenderse.

Cuando entras en política nadie te enseña a mentir, robar, o manejar la realidad a tu antojo. Con eso se viene aprendido de casa y, como mucho, se agrava cuando tocas el poder con la punta de los dedos. 

Quizá sea el momento de reflexionar que votamos a personas y no a partidos políticos. La próxima vez deberíamos pensar en ello.