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Crótalos Crótalos

Crótalos

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Fernando Arnau

Castañuelas, de eso hablamos. Crótalos son la misma cosa, pero la palabra además de su sonoridad está menos manoseada que las alegres castañuelas, parecen cosa distinta por casi anónima. Es término poético, palabra abandonada. El rumor de las castañuelas, rompiendo la serenidad de la noche, era el único sonido sólo acompañado de la sinfonía eterna del cantar de las ranas del Matarraña, entraba por mi balcón en las lejanas noches de estío de mi adolescencia invadiendo la atmósfera del desvencijado salón del piso alto de mi casa. No eran denuncia ni presagio de nada sino presente continuo, no contaminado sino por la paz de cementerio de una población en declive, tras el hachazo de la muerte del olivar y la emigración de los mineros locales camino de las lejanas e insalubres galerías belgas.
Y los crótalos acompasados del bolero valderrobrense, traían el aire de los ensayos del Grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina, en el desangelado salón de la proscrita Sociedad añorante de aquellos otros bailes ajenos a guerras y descalabros al son la mítica gramola. Ferré con sus gracias dejó escrito en la memoria de Isabel el repertorio, si tienes frío bailaremos el Rocío, si tienes calor bailaremos María de la O, y si tienes caca bailaremos Mi Jaca…
Suspiros de España, camuflados en el saco del “fartapobres”, que llenaba de alegría los jovencísimos cuerpos de una juventud irrepetible como todas las juventudes…pero recordada como el inmortal pasodoble.
Ferré no volvió del frente, tantos otros no lo hicieron, que los corazones de los supervivientes quedaron maltrechos por siempre jamás…y sus ocurrencias recordadas incluso en el cielo si es que ese lugar no tiene censura para la voz de la inocencia. Y el hilo se pierde con estados que al parecer no han aprendido nada. Crótalos de academia, con técnica exquisita pero sin alma. Visitantes de una ruinas puestas al día cuya magnificencia es innegable, pero cuyo testimonio es incompleto porque el maquillaje del presente lleva al olvido las vidas de los pobladores o las cubre con la calamina de una memoria obscena por imprecisa pese al rigor académico con que se expresa. Crótalos de mi adolescencia, brío de bailes de otros tiempos.