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La señorita Aurora

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Cruz Aguilar

Hay cosas de la infancia que nunca se olvidan. En mi memoria tengo una especie de neblina y los recuerdos son vagos, pero hay personas, lugares y momentos que son tan especiales que están difuminados pero grabados a fuego y, por muchos años que pasen, siempre siguen ahí, como una especie de refugio para cuando hace falta. 
El otro día regresé por unos segundos a la infancia. Me encontré en Aguatón con mi maestra de párvulos, la señorita Aurora. Fue una casualidad, porque yo era la primera vez que estaba en Aguatón, que era –hasta hace unos días– de los pocos pueblos de la provincia que me quedaban por pisar.  Tampoco sabía que ella nació allí, yo era tan pequeña cuando estuvo en mi pueblo que no me interesaba la geografía. Pero es que además Aurora llevaba dos años sin ir y justamente fue a la misma hora y el mismo día que estaba yo haciendo un reportaje.
Ella no se acordaba de mí, normal, Berge fue su primer destino y de eso han pasado casi cuatro décadas. Por aquel entonces yo llevaba dos largas trenzas  y estaba flacucha, como casi todos los niños de mi edad, porque cuando éramos pequeños no había obesidad infantil, solo alguno un poco más gordico y punto. 
Yo a ella la recordaba perfectamente, su sonrisa, su mirada y su pelo ondulado, aunque es verdad que no la reconocí a simple vista. Cuando iba a la escuela los maestros –ella y don Javier, porque entonces las mujeres eran Señorita tal y los hombres Don cual– vivían en la casa del maestro, que estaba enfrente del colegio, y pasaban  muchas más horas en el pueblo.
No sé si por eso o porque fue mi primera profesora yo la recordaba perfectamente, aunque en un primer momento me costó identificarla, 40 años son muchos. Sus rasgos seguían vivos en mi retina, pero es que mi cerebro también reconoció su voz, que sería, tal vez un poco más juvenil, supongo, la que me enseñó a leer mis primeras sílabas, aunque la verdad es que no tengo seguridad de que fuera así. Pero algo debió de enseñarme y tuvo que ser bueno, porque es pensar en ella y en sus clases y aún sonrío.