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Un poco de cabeza Un poco de cabeza

Un poco de cabeza

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Elena Gómez

Solemos pasar los veranos en un pueblo cerca de Teruel, en la ribera del Turia. Parecen las vacaciones perfectas porque disfrutamos de la tranquilidad del ambiente rural y tenemos a un paso la capital para otros menesteres.

Pero no es oro todo lo que reluce. La carretera por la que tenemos que transitar varias veces por semana es infame. Es estrecha, con curvas y su mantenimiento brilla por su ausencia. Sin embargo tiene mucho tránsito de vehículos, sobre todo pesados, lo que hace su recorrido muy peligroso.

La reivindicación social de los pueblos de esta zona persevera desde hace años ya que, a pesar de ser una carretera nacional, está en peores condiciones que otras de menor envergadura. 

Como en todas las demandas procedentes de nuestra provincia, se hace oídos sordos desde Madrid. Estamos acostumbrados pero no conformes…

Aún así, más allá de la responsabilidad de los poderes públicos de proporcionarnos servicios de calidad, me preocupan mucho los conductores que llevan la imprudencia por bandera. 

Sé que no debo pensarlo, pero cada vez que salgo a la carretera mis nervios se disparan, pensando que me pudo cruzar con algún inconsciente.

Otra situación que me agobia es cruzarme con algún ciclista en tramos con poca visibilidad y donde no existe arcén. 

Reconozco que su actividad es totalmente legítima y que debemos respetar las normas de seguridad para salvaguardar su integridad física. Me abominan los atropellos injustificados a estos deportistas.

Sin embargo, no puedo comprender que se les permita conducir por sitios en los que, si se cruzan dos coches, no cabe una tercera persona andando o en bici. Es un verdadero peligro para todos y por desgracia es una situación que vivo de forma muy habitual.

Así que, por favor, un poco de cabeza para todos. Nos jugamos mucho, quizá algún día les cuente la cantidad de amigos discapacitados que tengo por culpa de accidentes de tráfico.