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La Baroja La Baroja

La Baroja

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Fernando Arnau

Cae en mis manos un libro que vio la luz hace veinte años, pero que podría estar durmiendo el sueño de los justos si no llega a ser por la diligencia de don Pío Caro Baroja, hijo de la autora, en localizar el manuscrito a requerimiento de la curiosidad de Amparo Hurtado, filóloga y traductora. Se trata de Recuerdos de una mujer de la generación del 98, de Carmen Baroja y Nessi, hermana de don Pío Baroja y madre de Caro Baroja.
Considerada una feminista de pro, por ser una de las fundadoras del Lyceum Club Femenino, junto a María de Maeztu, Zenobia Camprubí, Victoria Kent, Elena Fortún, etc., es su actitud de mujer hogareña y tremendamente observadora, la que da fuerza a su relato. El hogar de los Baroja, la percepción crítica de los miembros de su familia, de ese universo íntimo, tan enriquecido por las relaciones sociales y el modo de vivirlas en los lejanos años republicanos en los que la televisión todavía estaba por llegar y nuestro universo tecnológico, arma discreta de la alienación contemporánea, un sueño de pocos visionarios.
Si hace una semana traje unos párrafos, entre mil posibles, de don Gregorio Marañón, seleccionado por la propaganda franquista para enmascarar una pluralidad ficticia, no me resisto a trasladar la visión que Carmen Baroja tenía de aquellos prohombres que ella trató de la forma más natural.
De Marañón –señala Carmen-, todo el mundo dice que es muy buena persona, muy unido y dominado, sobre todo en esta parte social, por doña Lola Moya, su señora, mujer, según dicen, trabajadora, dispuesta excelente ama de casa y madre de familia, pero con la idea vulgar de pequeñoburguesa de que lo esencial es tener dinero y posición social, sin preocuparse de lo que el marido podría haber hecho con su medicina si, en vez de cobrar facturas a señoras menopáusicas y escribir libros a lo Fernández y González, se hubiera dedicado en serio a las investigaciones y a los problemas de su ciencia”. No se vayan, hay más… “El caso de Ortega y Gasset es también lamentable. Aquí no ha sido la señora, sino él”.
Se lo lean, me lo agradecerán. Las mujeres sí son la mitad que nos falta.