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Fernando Querol, los lápices de colores inspirados por el Bajo Aragón Fernando Querol, los lápices de colores inspirados por el Bajo Aragón
Paisaje de la localidad de Torrevelilla del artista Fernando Querol

Fernando Querol, los lápices de colores inspirados por el Bajo Aragón

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Por Mercedes Bueno

Es obligado decir, para describir y analizar la obra artística del dibujante Fernando Querol Vallés (1937), turolense de corazón y por devoción, que fue nacido por casualidad en Palma de Mallorca.
El comienzo de su trayectoria artística fue intervenido nuevamente por el azar, cuando un amigo solicitó a Fernando, en 1975, que le realicase un dibujo relacionado con el deporte, dando comienzo a una actividad creativa, vinculada al territorio, a las emociones y a los sentimientos, que ya no habría de abandonar.
Su formación originaria es la de delineante, profesión que ejerce una cierta influencia en su producción artística. Así en una primera lectura de la serie de dibujos nominada Deportes, observamos como Fernando Querol realiza un estudio relacional entre distintos elementos arquitectónicos y el cuerpo humano en movimiento.

El Bajo Aragón como hogar
En la serie Paisajes estos aparentan representar minuciosas maquetas arquitectónicas, en un formato bidimensional.  Pero nada más lejos de la realidad. Es tras realizar una segunda mirada más atenta, cuando aparecen con fuerza toda esa multitud de pequeños matices que, finalmente, son los que caracterizan la peculiaridad o distintivo de su obra.
Fernando Querol se inspira en los paisajes del Bajo Aragón, territorio que ha interiorizado y del que se siente que forma parte: en él es dónde se encuentra a sí mismo, de allí surgen sus recuerdos felices, imbuido de esa naturaleza silenciosa que le aporta la paz y el sosiego que precisa para su vida. Otro aspecto no menos importante y que denota que en su obra hay verdad, es que esta ha sido creada para sí mismo y sus seres queridos, sin la influencia del interés comercial y que en consecuencia ha sido expuesta en contadísimas ocasiones. Es así es como a lo largo de los años se ha ido creando y generando su colección.
Hallbwachs, en el ensayo titulado La memoria colectiva (1968) realiza una descripción que bien parece  haber sido escrita para caracterizar la obra paisajística de Querol Vallés: “...el paseante echa de menos el paseo arbolado a donde iba a tomar aire...”. Es una cita que proporciona la clave de bóveda precisa para comenzar a leer en sus dibujos, trascendiendo en ellos el extrañamiento, así como la sensación de ausencia que experimenta desde la ciudad en la que habita, respecto de las bucólicas escenas que circunscriben el mapa turolense de su infancia y juventud y por las que continúa paseando al recontemplarlas sobre el papel: un paisajismo que forma ya parte de su universo, capturando fotográficamente el instante vivido.
El dibujo lo colorea, habitualmente, con lápices de colores. Un recurso plástico que denota una vez más el matiz emocional de sus creaciones: su primera caja de pinturas fue un regalo, premonitorio, de su hija Beatriz. La utilización que hace de ellos es mediante la aplicación sutil del color, huyendo de las estridencias, pero sin descuidar la captación y representación preciosista del más mínimo detalle.
Su última etapa de abstracción diluye el paisaje y le otorga una mayor importancia al color que se alía con las formas geométricas surgiendo de esta fusión la exploración de nuevos territorios que recuerda, en alguno de sus aspectos, al artista Maurits Cornelis Escher (Países Bajos, 1898-1972) por sus composiciones geométricas y matemáticas en perspectiva que juegan con el espacio, actuando como trampantojos ilusorios para la mirada.
La evolución artística distingue tres líneas de trabajo: Entre 1975 y 2014 con deportes; de 1961-1976 a 2016 con paisaje y retratos; y desde 2008 a 2017 con la abstracción.

El sosiego del arte
En estos comienzos del siglo XXI en los que impera la tecnología, la inmediatez y el señorío de los medios de comunicación de masas, encuentro que los dibujos de Fernando Querol transmiten paz, sosiego, claridad y transparencia, un melódico y poético canto a la armonía.
La mirada de Fernando Querol plasma con infinita delicadeza la geografía natural y arquitectónica del Bajo Aragón, especialmente la de Castelserás, Torrevelilla y sus alrededores, en Teruel, su arquitectura, orografía y vegetación autóctona: los olivos, robles y almendros. Teresa Thomson ofrece una descripción de Castelserás, en el que se ubica el gran puente bajo-medieval sobre el río Guadalope, considerándolo como uno de los mejores de la provincia de Teruel, que está construido en piedra sillar y sobre él varias capillas o templetes barrocos, conservando una de ellas en el centro y otra en uno de sus extremos, subrayando el concepto de puente-puerta, definido por cuatro arcos, columnas dóricas y cubierta  piramidal; bajo el arco central se conservan varias pilas de piedra usadas como lavaderos y la fuente de tres caños que abastecía de agua. La ermita de Santa Bárbara o la del Pilar son otros de los espacios preferidos en el paseo y en la inspiración de Fernando, situadas sobre unas colinas, ya a las afueras del pueblo, desde dónde se disfruta de las magníficas vistas del entorno. El curso del río Guadalope proporciona multitud de espacios naturales formados por rocas moldeadas por las aguas, en las que tradicionalmente se han refrescado los vecinos de Castelserás, o en Las Ollas, en la zona del Pozo de Los Estudiantes e incluso en la zona del azud. La ruta Loscos describe un paseo vegetal y floral acompañado por el río. La magia del lugar es señalada, además, por una espada clavada en una piedra milenaria al pie de una cascad
Es la belleza de Castelserás y su entorno la que se formula en los dibujos de Fernando Querol, en ocasiones ocupados por escenas familiares, espacios que plasman gráficamente un mundo interior de sensaciones, emociones y recuerdos, un territorio idealizado donde todo es puro y luminoso, como visto a través de un límpido e inmaculado cristal, ordenado, perfecto, entrañable y silencioso, lo que a mi modo de entender es un bello punto de vista con el que expresarse artísticamente.

La autora del artículo es Mercedes Bueno Aladrén, zaragozana graduada en Bellas Artes por el Campus Universitario de Teruel, y Máster en Museos: Educación y Comunicación. Su página web es www.mercedesbueno.es.