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Yes, we fuck Yes, we fuck

Yes, we fuck

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Elena Gómez

Imaginen a una persona con una discapacidad grave saliendo o enrollándose con alguien "sano". Es difícil, ¿verdad? Yo conozco muy pocos casos.

Mi experiencia personal en este campo es regular. Pasé por la fase de "tú no puedes hacer nada", para quedarme en el "tú puedes hacer lo que te propongas… menos follar".

Mi entorno natural, como el de casi todo el mundo, se compone casi en su totalidad por personas sin discapacidad. Ellas aceptan como algo factible que yo tenga los mismos impulsos que cualquier mujer, pero cuando salgo de ese círculo para saciarlos, la cosa se complica sobremanera. 

La palabra que más escucho de aquellos que me gustan es "podemos ser amigos". Para la mayoría de ellos es impensable acercarse a alguien como yo.

Pero este no es un problema que afecte solo a la discapacidad. En general, las personas que se salen de los estereotipos de belleza establecidos por nuestra sociedad tienen muchas dificultades para tener una vida sexual y afectiva normalizada.

En materia de sexo, creo que siempre hemos carecido de una educación adecuada. A los niños se les oculta, por normas sociales inexplicables, que es algo natural e inherente al ser humano. Por eso terminan buscando información en las fuentes equivocadas y tienen una imagen distorsionada de lo que son realmente las relaciones íntimas.

Cuando crecen, la mayoría sigue pensando que estas se basan en el coito entre "gente guapa". Así, nuestra sociedad termina excluyendo del derecho a tener sexo a las personas que son diferentes (feos, gordos o discapacitados). Pocos, muy pocos, se aventuran a pensar de otra manera o incluso a probar cosas nuevas. Eso, unido a la idea preconcebida y mojigata del "pobrecico, es que no puede", es un coctel perfecto para convertirnos en seres asexuados y angelicales. 

Aunque, pensándolo bien, si nos han de salir alas yo me apunto. Debe ser mejor volar que caminar. Aunque no follemos.