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Francisco Herrero

El tablón de anuncios del ayuntamiento de un municipio suele dar sorpresas cada vez que te acercas a olfatear. La casa lugar de Aguatón tiene una lonja abierta a la calle mediante dos arcos. Antes se jugaba a pelota allí; después albergó el teleclub. Hoy solo hay un par de bancos, donde reposamos mientras esperamos al panadero o al médico, y el tablón de anuncios oficial. Estaba yo el miércoles recostado en el asiento y me pareció que había unos flamantes papeles en la vitrina. Y sí, había noticia. Una empresa, Azural SL, ha solicitado permiso al Gobierno de Aragón para investigar 62 cuadrículas mineras y se abre un plazo de exposición por si hay oposición al proyecto. Los terrenos incluidos suponen casi la totalidad de las tierras cultivadas del pueblo. Y lo mejor de todo es el objetivo de la prospección: se busca carbón.
¿No es el carbón el paria de las materias primas? ¿Por qué se dejan marchitar los yacimientos en activo de las Cuencas Mineras y de forma paralela se permite explorar nuevos depósitos? Mi razón no encuentra respuesta a esta última pregunta. Igual tiene algo que ver que este país no tiene a día de hoy una política energética sólida.
Yo tengo mi opinión sobre este asunto, pero no tengo claro que coincida con la de todos mis vecinos. No quiero en mi pueblo explotaciones de un mineral que genera polución. No quiero destrozar el paisaje de mi pueblo y acabar con el escaso pero contundente encanto turístico del lugar. No quiero que unas minas den al traste con el negocio agrícola que me ha llegado gracias al esfuerzo de mis antepasados. Me niego.
Hará una década también hubo planes para establecer un parque eólico en Aguatón. La instalación hubiera afeado el paisaje, pero al menos se produciría una energía limpia. La empresa autorizada realizó mediciones de viento en el término municipal, pero pasó el tiempo y nunca más se supo. Es probable que con este asunto del carbón suceda algo similar. La autoridad competente acabará aprobando los sondeos, se ejecutarán y nunca más se sabrá. Pero, ¿y si esta vez va en serio y nos convertimos en pueblo minero?