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Ramón Mur, periodista y escritor: “La semilla de El Cachirulo perdurará, porque tiene un pasado que puede ser útil” Ramón Mur, periodista y escritor: “La semilla de El Cachirulo perdurará, porque tiene un pasado que puede ser útil”
Ramón Mur, periodista y escritor

Ramón Mur, periodista y escritor: “La semilla de El Cachirulo perdurará, porque tiene un pasado que puede ser útil”

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El periodista Ramón Mur es el autor del libro que resume los 50 años de historia de la Asociación El Cachirulo Teresa Salvo de Alcañiz. Amor al arte. 50 años en la vida de Alcañiz son el título y subtítulo de una obra construida por el escritor a base de sumergirse en el magnífico archivo de la asociación folclórica y de entrevistarse con alcañizanos que vieron nacer, en 1968, una organización que promovió, pese a su conservadurismo intrínseco, un cambio social en la ciudad.

-¿Por qué eligió ese título?

-Porque a través de este libro se narran lo que han sido los últimos 50 años no sólo de la asociación, sino de Alcañiz. Es Amor al arte, porque todos los cachirulos fundados por el doctor Galán Bergua tenía como objetivo fomentar el folclore autóctono, el baile y el canto de la jota, pero también quiero hacer referencia a que este cachirulo rehabilitó el antiguo pajar Barnolas, el granero Almudí y el bodegón Boyera.

-¿En qué se ha asentado la historia de El Cachirulo de Alcañiz?

-En tres pilares. El primero fue el impulso de la jota, porque han enseñado jota a niños y niñas desde muy pequeños, porque El Cachirulo se rodeó de los mejores joteros de la zona, como Isidro Claver o El Pastor de Andorra. El segundo pilar es la implicación social de la asociación en todas las cuestiones cívicas de Alcañiz, sobre todo en los festejos. Hay que tener en cuenta que en 1968, cuando nace El Cachirulo, quedan siete años de Dictadura en España, y el asociacionismo, salvo el oficial, no existía. El Cachirulo llegó a movilizar en las fiestas de Alcañiz a más de 1.000 niños en muchas ocasiones, y hoy hay testimonios de gente de Alcañiz de unos 40 o 50 años que dicen que ellos pensaban que las fiestas eran El Cachirulo, porque iban a la terraza que había detrás de la iglesia y allí estaban de fiesta todo el día y sin necesidad de moverse. El tercer pilar es la rehabilitación de una parte importantísima del casco antiguo de Alcañiz. Veinte años antes de que se hiciera la nueva biblioteca o se rehabilitara la Casa Maynar, ellos compraron tres fincas en ruina e hicieron un solo edificio. Fueron pioneros en la recuperación de una parte importantísima del casco viejo de Alcañiz.

-¿En qué se implicó socialmente la asociación en sus inicios?

-En aquellos primeros años, por ejemplo, en manifestaciones populares en contra de las centrales térmicas que se proponían hacer Escatrón y Andorra. Hubo proyectos para hacer una central nuclear en el entorno, y también se opusieron. Hicieron carrozas reivindicativas. Formaron parte de Defensa de los Intereses del Bajo Aragón (DEIBA), que publicó nada más y nada menos que El Bajo Aragón expoliado’. En 1975, El Cachirulo regaló flores rosas a las mujeres,  porque ese año se instituyó en la ONU el Año Internacional de la Mujer y, aunque eran personas conservadoras, ya tenían una visión internacionalista. En cualquier caso, la implicación social más importante fue que en las fiestas patronales, porque tenían un programa paralelo al del Ayuntamiento, y hoy en día todo el mundo coincide en decir que las fiestas se popularizaron gracias a ellos, porque entonces el programa oficial era muy elitista. Hay crónicas de todos esos años, en el diario Lucha primero y en Diario de Teruel después, sobre lo que significaba para Alcañiz la asociación El Cachirulo.

-¿Y para usted, qué ha representado hacer este trabajo?

-Hemos hecho cinco capítulos más un preliminar redactado por mí y un prólogo de Darío Vidal. Hay un capítulo para cada década y luego, año por año, con lo más característico. Finalmente, seis alcañizanos narran lo que fue para ellos la Asociación. El trabajo ha sido enorme, porque El Cachirulo tiene un archivo tremendo. Ha sido un gran esfuerzo, pero no he estado solo, porque la presidencia de la asociación, con Luis Buisán y Laura Satué, me ha apoyado mucho. Y, sobre todo, he tenido el apoyo de Ángel Orrios, que fue durante más de 20 años presidente de la sociedad, y que ha hecho labor de campo. Gracias a él he entrevistado a unas 60 personas de Alcañiz, socios y no socios.

-¿También refleja en el libro la etapa más amarga de la asociación?

-Sí. Todo lo que he podido y sin eludir nada. En el libro se transcriben actas en los que los socios piden menos protagonismos, que hay que salvar la asociación, etcétera.

-¿Qué cree que ha aportado la asociación a Alcañiz?

-Popularizó las fiestas, y gracias a ello nacieron multitud de peñas en la ciudad. Es lo mismo que ocurrió con los grupos de jota que existen actualmente, cada uno con interpretaciones del folclore diferentes, pero todos ellos salieron desde El Cachirulo Teresa Salvo. Y aunque ahora ha decrecido su popularidad, creo que la semilla que sembró El Cachirulo va a perdurar, porque aunque no son tan importantes como entonces, hay un pasado rico que puede ser útil a las generaciones futuras.

-Usted acaba de escribir también un libro llamado Luchadores. ¿Qué cuenta en él?

-Es un libro coral que ha aparecido en diciembre y se va a presentar en Madrid, porque lo ha editado la Fundación Ava, con testimonios de padres que tienen hijos con trastornos neurológicos. El libro lleva un prólogo de Irene Villa y en los capítulos cada familia cuenta su experiencia con su hijo. Lo que he hecho es escribir uno de los capítulos y coordinar el resto de testimonios.