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Lotería y felicidad Lotería y felicidad

Lotería y felicidad

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Elena Gómez

Es posible -ojalá fuera más que probable -que el 22 de diciembre alguno de ustedes, o incluso yo misma, estemos celebrando con champán y gritos delante de las cámaras de televisión que nos ha tocado la lotería de Navidad.

El 22 diciembre es mi día favorito de las fiestas navideñas. Es el día de la ilusión, en el que, aunque no te toque nada, terminas la jornada con un regustillo de satisfacción al pensar que algunas personas de a pie en España van a tener las cosas un poquito más fáciles en los próximos tiempos.

A los demás hijos de vecino nos quedará la típica frase de “mientras nos quede salud…”. Bueno, a todos no. A mí esa afirmación me revienta el día de la lotería.

Y no es por nada, que yo quiero que todo el mundo tenga salud. Pero somos muchos los que no la tenemos y aun así somos felices. Al menos relativamente. 

Dicen que sin salud todo es imposible, pero no es cierto. Solo tienen que mirar alrededor, personas con enfermedades graves que superan las dificultades día a día y que son un ejemplo para todos nosotros. 

O aquellos que tenemos una discapacidad o un padecimiento crónico, y sin embargo salimos adelante haciendo de nuestra vida algo normal y satisfactorio.

Algunos gurús de la autoayuda les dirán que la felicidad está dentro de nosotros, que todo depende del modo en que nos tomamos las cosas.  Y aunque esta es una aseveración bastante cierta, ya que la resiliencia es un factor muy importante para sacar la cabeza del hoyo, estoy convencida de que el verdadero motor de la humanidad es otro bien distinto.

Lo que nos mantiene anclados a este mundo, y de vez en cuando nos hace felices, es el amor. Por eso, cuando enfermamos, nos preocupa más el sufrimiento de nuestras personas queridas que el propio. Así que, para estas fiestas y para el año que viene, no les voy a desear ni dinero, ni regalos, ni salud. Mi mayor deseo para todos ustedes es que reciban tanto amor como el que puedan dar.