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El pacto El pacto
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Francisco Herrero

Me aburre la política actual soberanamente. Pero quien piense que vivir flipado en el monte me impide seguir la opinión pública se equivoca. Y mucho. La gente del campo también nos exponemos a los medios y a las paparruchas. Y la charlatanería me aburre. El debate, hoy en día, es una abundancia de palabrería cruzada que deja como resultado el vacío. Y la desgana. Todo pasa con mucha celeridad y no tenemos tiempo para mirar atrás o alrededor y valorar lo que nos rodea.

Las situaciones endiabladas que surgen tras unas elecciones, como en Suecia, derivan en largas negociaciones tensas donde se barajan todas las combinaciones posibles o en acuerdos apresurados, como en Andalucía, por el supuesto bien de la población. Quemamos etapas muy rápido en España. El aislamiento a los partidos molestos ha sido muy común en nuestro entorno europeo. Aquí, a poco que las formaciones incómodas obtienen representación parlamentaria, se las integra en el sistema con inmediatez. Nuestros países socios no están preocupados todavía porque lo ocurrido no deja de ser una mera anécdota regional. Tampoco es la primera vez que ha sucedido algo así en el ámbito continental. Pero en nuestro caso, a lo mejor los colegas vuelven a abandonarnos a nuestra suerte como en otras ocasiones.

Lo que nos ocupa estos días es el triunfo de la intransigencia, de la intolerancia. Asisto con pavor a una reedición de errores pasados, que han quedado enterrados en la memoria colectiva fruto de la algarabía constante. El deseo de uniformidad se impone a lo diferente, a lo diverso, a la pluralidad. Y eso en nombre de la mayoría democrática o incluso del imperio de la ley, lo que es más grave. La moderación de los partidos de gobierno frente al fanatismo, traducida en conversaciones de igual a igual, solo está sirviendo para agrandar la bola cada vez más, para dar voz a quienes añoran un modo de vida de otras épocas superadas, para señalar con dedo inquisitorial a ciertos grupos como culpables de todos los males. Yo, aquí aburrido en el monte, ya me siento observado mientras ellos firman el pacto.