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Cinco minutos Cinco minutos

Cinco minutos

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Francisco Herrero

Vivir en un pueblo conlleva utilizar el coche casi a diario. Al final son horas y horas de trayecto que suelo amenizar con selecciones aleatorias de la música alojadas en la tarjeta de memoria. De vez en cuando salta “Baby Can I Hold You” de Tracy Chapman y, siempre, caigo rendido a los acordes. Una vez leí que es la típica pieza que podrías escuchar en bucle toda una tarde. Es solo una canción de amor que trata de lo difícil que es balbucear los mensajes más simples y lo fácil que en verdad podría ser. A pesar de que ese corte de Tracy Chapman no ha acompañado ninguna experiencia de mi vida, cada vez que se me presenta se me humedecen los ojos y siento algo raro en el estómago. Esos cinco minutos podrían ser eternos. No lo son. Pero me dejan un sosiego que me reconcilia con los sinsabores cotidianos.

Otras veces el reproductor me sale con una melodía en hebreo de Sivan Shavit que se incluía en la película “Caminar sobre las aguas”. No entiendo ni una sola palabra pero me evoca la cinta, la escena en la que aparecía y las anteriores. Le preguntan al protagonista, un agente del Mosad, por qué los hombres de Israel no hablan nunca de sus sentimientos, a lo que responde que no lo sabe, que no le gusta conversar sobre el asunto, justificando que le es imposible llorar por un defecto de sus ojos. Ya en el coche, circulando por una carretera polvorienta y escuchando la misma balada que surge de mi equipo de sonido, traduce la letra al acompañante. Resulta que la primera estrofa habla de una excursión nocturna en coche, contemplando las estrellas, oyendo la radio, disfrutando del momento. Una sensación que experimento tantas y tantas veces conduciendo por las desiertas vías de nuestra zona, entretenido gracias a las canciones o a la radio.

Y ahí, oyendo la radio, puede acabar todo, en tan solo cinco minutos. Sin tiempo para expresar los perdones que reclama Tracy Chapman o para que me cuenten esos secretos inconfesables que relata Sivan Shavit mientras finjo dormir. Eso sí, nadie me va a quitar esos instantes de felicidad infinita al volante. YOLO.