Síguenos
Rebeldía burocrática Rebeldía burocrática

Rebeldía burocrática

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

Como se dice vulgarmente, estoy flipando en colores. Ya he comentado en otras ocasiones que mi relación con las administraciones es bastante a intensa, y que no tengo ninguna pereza a la hora de rellenar formularios, interponer recursos o presentar reclamaciones.

Será por la costumbre que tengo en estas lides, pero no puedo soportar que una administración pública no funcione como es debido. Y eso es precisamente lo que me ha pasado recientemente en dos ocasiones, en las que se me ha hinchado la vena de la frente y he ido a por todas. 

No voy a entrar en pormenores, porque en ambos casos tengo un procedimiento administrativo abierto. Resumiendo, por un lado se me ha denegado una solicitud de forma verbal, sin notificarme una resolución motivada por escrito. Al menos he recibido una respuesta, y ya he interpuesto una queja en el lugar pertinente.

Pero el que me tiene más sulfurada y sorprendida es el otro. La semana pasada fui a ciertas dependencias a solicitar algo que por derecho tengo debido a mis circunstancias personales. La respuesta -verbal, por supuesto- fue que no me molestara en presentar dicha solicitud porque, por motivos económicos, no se iba a resolver. Por parte de instancias políticas, se había recomendado a los funcionarios competentes que nos indujeran a desistir de ello.

Imaginen mi reacción: después de explicar a la persona que me atendía que aquello era completamente incongruente e ilícito, formulé la petición por escrito y estoy esperando contestación dentro del plazo legalmente establecido. Si no la recibo, iniciaré las gestiones necesarias para que se cumpla la ley.

La administración pública debería ser un ente impersonal, ecuánime y estricto en su funcionamiento. Por desgracia, en España el nivel político está demasiado cerca de la burocracia, contaminando todo lo que el Estado de derecho nos otorgó como ciudadanos. Por eso no puedo dejar de rebelarme.