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El puente de Santolea que va a sobrevivir a un pantano y dos recrecimientos El puente de Santolea que va a sobrevivir a un pantano y dos recrecimientos
En la imagen, el puente medieval que el vaciado del pantano ha sacado a la luz y que será desmontado para evitar su destrucción. Ricardo Figueras

El puente de Santolea que va a sobrevivir a un pantano y dos recrecimientos

La estructura medieval será desmontada piedra a piedra para conservarla
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Cruz Aguilar

Ya en el término de Castellote, pero cerca de lo que en tiempos fue el municipio de Santolea, se encuentra el antiguo puente de Castellote, que cruzaba el río Guadalope hasta que este tramo fluvial fue anegado por el pantano. Está construido con una sólida sillería plagada de marcas de cantero; la estructura principal consta de un arco de medio punto y es ligeramente alomada; está coronada por una fila de canes de perfil trapezoidal, que permiten darle una mayor anchura al vial. En sus extremo tiene adosadas las rampas de acceso; la situada en la margen derecha, que pudo ser construida poco después de la fábrica principal, integra un arco ciego ligeramente apuntado. Posiblemente este monumental puente gótico fuera construido en el siglo XV, aunque no se pueden descartar fechas anteriores.

El puente será desmontado piedra a piedra para salvarlo de la ampliación del embalse. Se salvará así no solo de la construcción del embalse, sino del recrecimiento posterior. Ahora para salvaguardarlo tendrá que ser retirado del lugar donde está puesto que la nueva presa está proyectada justo en el mismo punto que la estructura medieval, cuya desmantelación arrancará en breve. 

Los sillares, muchos de ellos con marca de cantero, se almacenarán en palés en las instalaciones que la Confederación Hidrográfica del Ebro tiene en la zona. Será Acuaes, que es la empresa constructora de la nueva presa, la que correrá con los gastos del desmontaje, que los llevará a cabo una empresa especializada bajo la supervisión de expertos. Sin embargo, no hay presupuesto para colocarlo en una nueva ubicación, que por otra parte todavía no está totalmente definida, aunque tanto Santolea Viva como el Ayuntamiento de Castellote plantean que sea el Barranco de Dos Torres.

Esta estructura se encontraba integrada en el importante camino que unía Castellote con Mirambel y Cantavieja, encomiendas pertenecientes en esa época a la orden militar de San Juan o del Hospital. Pasado el barrio de Las Planas, de este camino partía un ramal secundario a Luco de Bordón, donde se volvía a dividir en otros que se dirigían hacia Todolella, Forcall o Morella, en el Norte de la provincia de Castellón.

Este camino fue el eje primordial de las comunicaciones entre el Bajo Aragón y el corazón del Maestrazgo durante la Baja Edad Media, manteniendo su vigencia durante la Edad Moderna; no obstante, con el paso del tiempo fueron surgiendo algunos ramales alternativos, como la que discurría por el Puente Grande o de Santolea, destruido el 16 de febrero de 2010 por otras obras asociadas al pantano. Pese a estas alternativas, hasta bien entrada la Edad Contemporánea, el vial que incorporaba el Puente de Castellote era fundamental en las comunicaciones de todo este territorio.

Las cosas empezaron a cambiar a principios del siglo XX, conforme se fue implantando la nueva red de carreteras; y, sobre todo, tras la decisión de la construcción del Pantano de Santolea. Lo que para las tierras situadas aguas abajo fue progreso y prosperidad, para este venerable puente, al igual que para el pueblo de Santolea, supuso su desaparición; anegado por las aguas del pantano, los morteros de sus juntas (que habían permanecido sometidas a los agentes atmosféricos durante medio milenio) se fue disgregando, dando la extraña apariencia de “sillería de juntas abiertas” que ahora tiene. Pero la construcción era muy sólida, hecha para durar, y pese a quedar sumergida por las aguas durante noventa años, parece estar en muy buen estado de conservación.

Ahora, con las nuevas obras en el Pantano, el puente ha vuelto a emerger de las aguas. pero sobre él se cernía la amenaza de la demolición, como no, “en aras del progreso”. Sin embargo, la monumentalidad de la estructura y su importancia histórica no ha dejado indiferente a nadie y ha obligado a plantear soluciones alternativas a un cruento sacrificio, decisión irreversible que nos nos hubieran echado en cara las futuras generaciones y que no se debían adoptar si de verdad estamos trabajando “en aras del progreso”.