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Así se hablaba del amor hace casi medio siglo en este periódico: “El amor, como el sarampión, solo se pasa una vez en la vida. Lo otro … es otra cosa” Así se hablaba del amor hace casi medio siglo en este periódico: “El amor, como el sarampión, solo se pasa una vez en la vida. Lo otro … es otra cosa”
Arriba, entrevista al primer matrimonio homenajeado por el CITT con la Medalla de Oro por sus 50 años de matrimonio y las reseñas de la entrega y la celebración de 1973. A la derecha, página de la sección publicada en 1972

Así se hablaba del amor hace casi medio siglo en este periódico: “El amor, como el sarampión, solo se pasa una vez en la vida. Lo otro … es otra cosa”

Las páginas que dedicaba LUCHA al tema muestran cómo ha cambiado la manera de ver este sentimiento, que ya entonces se vinculaba con la ciudad
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Dedicar una página entera de un periódico a hablar del amor sin caer en la cursilería y los tópicos era el primer reto. Y encontrar historias de amor, hace casi cinco décadas, que arroparan la leyenda de los Amantes sin desmerecer, otro añadido. En la sección Hablando del Amor con… que publicaba el periódico LUCHA a comienzos de la década de los setenta, se plantearon dar protagonismo al amor con historias reales que ensalzaban en sus páginas, contribuyendo a crear y madurar el concepto de “Teruel, ciudad del Amor”, a partir de la leyenda de los Amantes.

‘No es fácil escribir de amor, porque como todos los temas imperecederos, se presta a la ambigüedad o a recorrer una vez más la senda trillada de los tópicos’ y más aún en ‘Teruel, Ciudad de los Amantes, escenario vivo de la historia más maravillosa de amor y de muerte que jamás se haya contado en relación a la cual quedan sin color las más espectaculares hazañas’.

Así nos ponía en situación el cronista José Gonzálvez en la entrevista a Prudencio Gorbe Royo, que respondía a las preguntas del reportero pocos días antes de recibir, junto a su mujer Beatriz Fombuena, la primera Medalla de Amor que entregaba el Centro de Iniciativas Turísticas de Teruel a un matrimonio en sus Bodas de Oro. Era febrero de 1973, el primer año que el centro se encargaba de la entrega de medallas, que reconocerían en aquella ocasión al escultor Juan de Ávalos, autor del mausoleo que contiene las momias de Los Amantes, por su contribución a la difusión de la historia.

Llamaba la atención en el periódico LUCHA de comienzos de los años setenta, para empezar que dedicaran una página entera al tema, algo poco habitual en aquellos tiempos cuando se trataba de asuntos locales. Y en segundo lugar, el protagonismo que daba a la historia personal de unas familias, en este caso, que desvelaban en el reportaje su manera personal de ver el amor.

La página de aquel febrero decía: “Él se llama Prudencio Gorbe, nació en Alfambra hace 74 años y ha dedicado su vida al trabajo de maquinista de tren. Ella se llama Beatriz Fombuena, nació también en Alfambra hace 72 años y ha dedicado su vida a su marido y sus hijos”.

Decía el cronista que recibían la medalla porque ‘si no han muerto de amor, han sabido vivir siempre con él y para él. Su vida no tiene otra cosa de espectacular que lo mucho que se han amado y eso es precisamente lo que no sale a la calle’.

Ante las preguntas del periodista, Prudencio desgranaba su visión del amor: “Amar mucho y un sola vez. En el amor es cierto lo que dice la canción de “una vez en la vida y nada más”.

De la historia de los Amantes, decía que “son un hermoso ejemplo a seguir, sobre todo para la juventud”. En su opinión por “la manera tan pura y limpia que supieron amar, en lo elevado de su concepto del amor, en la fidelidad a la palabra dada y en la ejemplaridad de su cumplimiento. Creo que es una historia que debieran saber con todos los pormenores nuestra juventud”, porque “quizá hoy no les interese esa forma de amar”. Daba también su opinión sobre el amor “por interés” y del “Día de los Enamorados” que consideraba “una tradición muy bella, sobre todo en Teruel que es precisamente la Ciudad del Amor”. Y relataba que en la celebración de sus Bodas de Oro no hubo promesas de amor: “No. No hacen falta. Nos lo prometimos una vez, hace más de cincuenta años y ya es suficiente”. Y el cronista recogía también su declaración de amor: “Es muy bueno llegar al final de la vida queriendo uno a su mujer como el primer día, habiendo pasado calamidades y momentos felices, pero siempre juntos”.

En la edición del 14 de febrero les veríamos en una fotografía recogiendo la medalla, justo debajo del matrimonio formado por el escultor Juan de Ávalos y su esposa, que protagonizaban junto a ellos el titular y la información de la sección “Nuestra ciudad”.

Y es que el amor conseguía robar espacio a unas páginas normalmente copadas por información internacional en aquellos tiempos, pero en la que destacaba también, por ejemplo en febrero de 1973 el despliegue por la celebración del 35 aniversario de la “liberación de Teruel”.

El “Love Story” medieval

No fue la única entrevista de esta sección. Como ejemplo, recordamos la que se publicaba como antesala del Día de los Enamorados justo un año antes. Estaba dedicada al médico, Arturo Belenguer Alcalá, que contaba su experiencia de 45 años de matrimonio, en las páginas del periódico del día 12 de febrero de 1972. ‘No, no es fácil escribir de amor en Teruel. Sería algo así como venir a vender jamones a esta tierra’ porque qué se puede decir cuando se convive con ‘la más maravillosa historia de amor y de muerte jamás imaginada, un “Love Story” en plena Edad Media (y luego dicen que andamos retrasados)’.

Destacaba en los titulares las citas del entrevistado que mostraban la visión conservadora que entonces era la general sobre el amor: “En mi opinión, considero como verdadero amor aquel que comienza y termina en el matrimonio”. “El amor es una virtud, algo por lo que afortunadamente, hemos de pasar todos”. 

El periodista le preguntaba por cuestiones tan trascendentales como qué era para él el amor o si defendía “amar mucho o amar muchas veces”. 

. Ilustraban el reportaje dos fotografías firmadas por Cantín; una del matrimonio y otra en la que ambos aparecían con los que se suponen sus siete hijos.

Y la condición de médico del entrevistado se hacía patente con la frase con la que explicaba que creía en un único amor verdadero: “El amor, como el sarampión, solo se pasa una vez en la vida. Lo otro ya no es amor… es otra cosa”. El tiempo, decía, es el que permite saber si se trata del amor verdadero y no creía que “el amor, incluso el verdadero, lleve consigo una carga semejante y por otra parte el sufrimiento y el dolor también están fuera del amor.