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El primer tramo de carretera unió en 1791 Teruel con Escandón

En la imagen, la Venta de la Mierla y el manantial que le da nombre, en el Jiloca

El primer tramo de carretera como tal que se estrenó en la provincia de Teruel unió la capital con puerto Escandón. Comenzó a construirse en 1791 y concluyó en 1802.

El primer tramo de carretera como tal que se estrenó en la provincia de Teruel unió la capital con puerto Escandón. Comenzó a construirse en 1791 y concluyó en 1802. Sin embargo, para la conclusión de toda la vía hasta Sagunto hubo que esperar más de 70 años, hasta 1862, cuando finalizó el último tramo, que era el del Ragudo. Había pasado más de un siglo desde que se trazara la primera carretera española entre Reinosa y Santander, en Cantabria.

Las vías del siglo XIX se catalogaban como de primer, segundo o tercer orden, en función de su importancia. Las de primer orden, que en Teruel solo eran las de Alcolea del Pinar a Tarragona y la que unía Tarancón y Teruel, eran radiales y estaban incluidas en esa retícula que perfiló Carlos III en el año 1761 para conectar España usando como punto de partida Madrid. Precisamente ese sistema radial de infraestructuras convirtió a Madrid en la ciudad mejor comunicada de España, algo que le dio una gran proyección de futuro y la catapultó como la gran capital que es en la actualidad.

Sin embargo, como matiza el Jefe del Servicio de la Unidad de Conservación y Explotación de Carreteras del Ministerio de Fomento en Teruel, Carlos Casas, todos los corredores importantes para la provincia son transversales. La categoría de la carretera marcaba su trazado y las de tercer orden –entre ellas la que iba a Alcañiz- eran muy estrechas.

Algunas de las carreteras actuales se trazaron sobre buena parte de los antiguos caminos pero otras presentan una trayectoria que poco tiene que ver con la que emplearon los viajeros de otras épocas.

El hecho de que pasara por una localidad un camino de ruedas o, más recientemente, una carretera, suponía y supone una inyección económica importante y eso se refleja tanto en la vida de la propia población como en aspectos estructurales.

El camino de ruedas que unía Madrid y Zaragoza iba desde La Yunta, en Guadalajara, a Blancas y Villafranca, pasando por la venta de los Ojos de Mierla, un edificio que ahora parece perdido en medio de la nada pero que antaño estuvo lleno de bullicio. Precisamente ese camino de ruedas dejó una curiosa impronta en Villafranca del Campo, donde todas las calles presentan un trazo perpendicular menos el Rodeo, que es precisamente por donde discurría esa vía.

Según argumenta Casas, lo que define a una carretera es su planificación, un trazado adecuado al usuario, de anchura suficiente y rodadura cómoda. Además, debe de estar provista de un buen drenaje y tener un firme que garantice su perdurabilidad.

La forma de viajar hasta bien entrado el siglo XX tenía poco que ver con la actual. Los trayectos eran a pie y por eso era de vital importancia contar con ventas, fuentes e incluso árboles en los lados de los caminos para proteger del sol. El arbolado de acceso a los pueblos respondía al interés de mejorar la panorámica que encontraba el viajero al llegar a ellos.

Autor:M. C. A. Teruel