Por Beatriz Gonzalvo Iranzo
Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.
Da la impresión de que cada día el ámbito de la Psicología va cobrando más voz, empoderándose de una visión más “normalizada”. Es posible que la tendencia con la que se frecuenta el servicio de atención psicológica por parte de la población vaya en aumento, pero esta ciencia sigue siendo una de las más desconocidas en su conjunto, generando a veces ideas un tanto confusas o incluso erróneas de lo que es la terapia. Todavía tenemos muchas incógnitas por responder, por lo que intentaremos dar un poco más de claridad a esta compleja y fascinante realidad.
Cuando llega el momento de definir qué es la terapia psicológica y de qué se trata exactamente no suele resultar tarea fácil llegar a una respuesta clara y determinante. Suelen entrar en conflicto distintas respuestas, distintos puntos de vista incluidas las variadas corrientes psicológicas que se encuentran en el gremio generando, en ocasiones, la semilla que da pie a ideas subjetivas, pseudocientíficas o prejuiciosas sobre esta labor.
Hoy en día nos encontramos en una época abrumadora de contenido, inundados por una cantidad sobre natura de información que, si bien es cierto que podemos encontrar cantidad de material valioso del que nutrirnos y crecer, la sobre-información indiscriminada satura, confunde y nubla nuestro conocimiento y entendimiento sobre la materia.
Ya en anteriores artículos mencionaba la lección que el arte japonés Kintsukuroi nos da al reparar las fracturas de la cerámica con adornos de oro. La filosofía que hay detrás expone la importancia de reparar lo dañado, entender la fractura y reforma como sucesos que forman parte de la historia y, por lo tanto, merece ser atendido, comprendido, reparado y mostrado, pues la belleza y valía se mantiene o incrementa. Cuando las piezas de nuestra historia no encajan, hacen daño o están rotas, necesitamos una mano dorada que nos ayude a entender, observar, mirar, recomponer esas piezas rotas y darles un valor.
Esa mano dorada a veces nos aporta materiales, técnicas concretas que puedan ayudar a realizar el proceso de una forma más óptima y llevadera, pero de la misma manera que no nos plantearíamos asemejar ese pegamento, mesa de apoyo o papel de limpieza al proceso en sí de reparación, no podemos equiparar el proceso de psicoterapia con un conjunto de técnicas únicamente.
La psicoterapia se fundamenta en la aplicación de unos principios metodológicos y técnicos (los cuales, en mayor o menor medida, y desde un ojo crítico y selectivo, podemos encontrar de forma tangible a través de distintos medios), pero también implica una relación interpersonal, una situación psicoterapéutica que se compone de factores relacionales y contextuales que forman parte de factores determinantes para el éxito de una psicoterapia.
Las técnicas funcionan en tanto forman parte del contexto de una terapia con su relación y rationale, es decir, un marco de referencia desde donde se puede comprender aquello que nos ocurrió y nos está ocurriendo, poder comprender nuestra historia y darle un sentido al sufrimiento para, entonces, discernir lo que sería recomendable hacer en consecuencia.
Embarcarse en este proceso implica mucho más que cumplir una serie de pautas técnicas como si de una lista de tareas se tratase. En el concepto de psicoterapia subyace un encuentro entre personas con el objetivo de ayudar a superar las condiciones que producen el malestar psicológico tangible. Un proceso complejo que involucra diferentes niveles (individual, interpersonal, social) y que requiere de diferentes competencias, entre ellas, el trabajo de analizar la relación y el proceso interactivo de producción de significados que esa persona ha ido recogiendo (y recoge) a lo largo de su historia dando como resultado la forma de vivir y relacionarse en el mundo. Aspecto que, posiblemente, tenga que ser transformado, comenzando ese trabajo en lugar seguro, en ese contexto interpersonal de terapeuta-paciente para que, posteriormente, se pueda ampliar al mundo, de puertas para fuera.
La psicoterapia es un crisol que permite al paciente sentirse lo suficientemente seguro como para descubrir y dar sentido a lo que discurre por su mente. El rol del terapeuta radica, en este sentido, en crear un ambiente propicio para estos descubrimientos y ser un punto de observación para reflexionar sobre ellos. De esta manera, se establece una danza interactiva en la que el cuidador y el buscador de cuidado influyen y contribuyen a moldear pensamientos y comportamientos determinados.
La psicoterapia integradora se dirige tanto al corazón (regulación del afecto) como a la cabeza (mentalización) y la mano (agencia y conexión).
Encontrar un lugar con las características óptimas para poder descubrirse, desarrollarse y abrirse al mundo, en ocasiones, no es tarea fácil para todas las personas, y aquí es donde cumple un papel fundamental el proceso de terapia. Un contexto colmado de seguridad, aceptación incondicional y amor.
“Quiero empezar con lo más importante que tengo que decir: la esencia del trabajo con otra persona es estar presente como ser vivo. Y eso es una suerte ya que si tuviéramos que ser inteligentes, buenos, maduros o sabios, entonces probablemente tendríamos muchos problemas pero eso no es lo importante. Lo que importa es ser un ser humano con otro ser humano, reconocer a la otra persona como otro ser.”
(Congreso Internacional sobre Psicoterapia Experiencial y Centrada en el Cliente, Lovaina. E. Gendlin, 1988)