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La importancia del parar y sus impedimentos hoy en día La importancia del parar y sus impedimentos hoy en día

La importancia del parar y sus impedimentos hoy en día

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Grupo Psicara

Bienvenidas y bienvenidos al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy hablaremos sobre la importancia que tiene parar en nuestras vidas y de cómo estamos sumergidas y sumergidos en un océano en el que nos hace navegar en dirección opuesta.

Cuando hable de parar no me referiré a estar en stand by, de dejar todo atrás, de no sentir, de desconectar, sino todo lo contrario. Cuando hablo de parar me refiero a darnos la oportunidad de conectar con lo que hay, con lo que estamos experimentando, con lo que estamos sintiendo, pensando, recordando, con lo que el cuerpo nos está diciendo. Parar implica tener apertura a la experiencia de sensaciones, recuerdos y pensamientos tanto agradables como desagradables. Para las primeras, las agradables, estoy segura, querida o querido lector, que todo el mundo querría adentrase. En cambio, con las desagradables pasa todo lo contario, no todo el mundo estaría dispuesto a enfrentarse a ellas. Aquí reside parte del problema y parte del poder que les estamos dando.

Hace falta mucha valentía para notar aquellas cosas que nos están incomodando, pero es necesario pasar por ellas primero para aprender a verlas desde otro punto, con otra perspectiva, a mirarla con los ojos bien abiertos para poder observar con detenimiento cada una de sus partes. Parece una locura lo que te estoy proponiendo, pero solo conociéndolas y estando dispuesta a experimentar ese malestar podrás convivir con él y que tu vida no gire en torno a sus mensajes.

Entiendo que puedas decir ahora, pero sentir dolor ¿para qué? Estar en disposición de sentir dolor implica poder notar aquellos aspectos de nuestra vida que nos están incomodando y solo así podremos tomar acción en nuestras vidas. La otra cara de todo esto es que el dolor siempre va unido de valor. Donde hay dolor es que ahí se encuentra una parte valiosa de ti, puede que sientas dolor por la ausencia de aquello que es valioso para ti o por lo lejos que estás de las cosas que valoras. Siempre van en pack.

Precisamente la capacidad de pararnos a sentir y experimentar el malestar es lo que nos va a permitir darnos cuenta de las cosas valiosas que tiene nuestra vida. Pararnos a sentir, aunque sea muy molesto, es el primer paso para identificar hacia dónde queremos dirigir nuestra vida. Sentir o no malestar no lo podemos elegir (ojalá pudiéramos, ¡de verdad!), lo que sí que podemos elegir es hacia dónde empezar o seguir caminando. Cuáles son los puertos a los que queremos llegar.

¿Alguna vez te has parado a escucharte? ¿a estar en silencio contigo misma o mismo? ¿a dedicar unos minutos o una hora a estar sola contigo misma o mismo sin teléfono, sin series, sin nadie? Muchas personas intentan a toda costa no experimentar esos momentos, porque cuando estamos en silencio y sin estímulos solemos conectar con eventos privados (pensamientos, recuerdos, emociones) que cuando estamos distraídos no suelen emerger. Estar sola o solo con uno mismo puede llegar a ser de las cosas más complicadas, pero, a su vez, de las habilidades casi más importantes que podemos aprender. Conectar con el malestar, estar presente, hacerle espacio y dedicar tu tiempo a cosas valiosas es tener una vida rica y ese es uno de los objetivos principales que se suele trabajar en terapia.

Esta filosofía es muy contraria a la tendencia actual por muchos motivos. En primer lugar, a los mensajes que hoy en día recibimos de “en busca de la felicidad”, “aprende a ser una persona positiva” o “qué hacer para que no nos afecten las cosas” que están tan a la orden del día. Estos mensajes, sin poner en duda su buena intención, pueden llegar a ser realmente muy dañinos y muy invalidantes.

Estos mensajes son parte de la cultura actual cortoplacista. En la que no nos enseñan para nada a estar cerca del dolor propio ni ajeno, en la que no nos queremos acercar a él y por ello tendemos a decir cuando vemos a alguien llorar frases como “no llores”, “no te tienes por qué poner así” o “tranquila o tranquilo”. Estamos demasiado acostumbrados y acostumbradas a la invalidación emocional. Con este tipo de mensajes no es de extrañar que cuando te viene por primera vez una mala etapa, las primeras emociones desagradables seamos las primeras que intentemos quitárnoslas enseguida o pensar que somos débiles por sentirnos tristes, con ansiedad, sin ganas o sin motivación. Nos han enseñado que no podemos sentir ni mostrar esas sensaciones. Imagínate entonces lo que debe de ser que esto no se quede en una simple temporada y sea algo más duradero.

Cuando una persona lo está pasando mal podemos preguntar sobre lo que le ocurre, escuchar activamente y mostrar interés. Es importante que se entienda que, aunque no entendamos lo que está pasando esa persona o nos sorprenda cómo algo que a nosotras y nosotros no nos afectaría, se puede apoyar aun sin entender. Muchas veces nos quedamos enredadas y enredados en intentar buscar una explicación al malestar (propio y ajeno) y parece que hasta que esa lógica o esa comprensión no aparecen no podemos dar nuestra mano a esa persona o a nosotras mismas. Párate a decirle: “mira, no sé muy bien por lo que estás pasando, no me puedo hacer una idea de lo que está suponiendo para ti, pero me gustaría ayudarte de alguna manera ¿qué necesitas? ¿puedo hacer algo por ti?” Y, muchas veces, para ayudar, solo necesitarás escuchar su respuesta, sin juzgar y sin entender y acercarte a lo que te acaba de decir.