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Olga de Kiev, una infiltrada en el santoral Olga de Kiev, una infiltrada en el santoral

Olga de Kiev, una infiltrada en el santoral

Javier Sanz

A pesar de que los caminos del señor son inescrutables, se supone que el candidato a santo a santa (tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa), además de otros requisitos, debería de tener una vida piadosa y virtuosa o haber sufrido martirio a causa de la fe. En este caso, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. La canonización de este mujer -por cierto, patrona de los conversos y las viudas- obedece más a cuestiones políticas o planes de marketing que a vidas piadosas y de sacrificios. Hechas las correspondientes advertencias, hagamos una primera aproximación geográfica y temporal.

A finales del siglo IX, en una de sus múltiples expediciones de pillaje y/o conquista, los vikingos llegaron al este de Europa en busca de fortuna, y tan buenas migas hicieron con los eslavos de la zona que se establecieron en los actuales territorios de Bielorrusia, Ucrania y Rusia occidental. Esta zona pasó a llamarse “tierras del Rus”, que así era como los eslavos llamaban a los vikingos. Durante el reinado de Oleg se logró conquistar Kiev en 882, convirtiéndola en la capital y fundando la Rus de Kiev, el estado cuyo legado reivindican hoy Rusia y Ucrania. En 913 le sucedió su hijo Igor y en una visita al territorio de los drevlianos (pueblo eslavo oriental), parece ser que en una (nueva) campaña de recaudación de impuestos, los parroquianos se negaron a pagar más y, no solo eso, sino que se liaron la manta a la cabeza y lo asesinaron. Igor de Kiev dejaba esposa e hijo, y una situación muy delicada en aquel vasto territorio formado por una amalgama de tribus paganas, culturalmente heterogéneas y en constante enfrentamiento. Como en ese momento Svyatoslav, el hijo de Igor y Olga, tenía tan solo tres años de edad, la reina viuda se convirtió en la regente y se hizo cargo del gobierno. Eso sí, contó con el apoyo del ejército. Y al poco tiempo, cuando todavía iba de riguroso luto, se produjo un hecho sorprendente: los drevlianos, los responsables de la muerte de su marido, le proponen a Olga una alianza para estabilizar el reino y hacerlo más fuerte. Una alianza que se materializaría con la boda entre ella y un miembro de la nobleza del pueblo drevliano. Y Olga, que no tenía el chichi pa farolillos, les hizo pagar aquella terrible osadía.

Hizo creer que dejaba atrás las cuestiones personales y que, pensando únicamente en el bien del reino, accedería a casarse con un noble drevliano. Solo puso una condición: ser ella la que eligiese a su futuro marido. Aceptada la condición de la reina viuda, pidió que viajasen a Kiev el primer grupo de pretendientes. Tal y como llegaron, fueron conducidos hasta una fosa común donde fueron enterrados vivos, con barco y todo para no dejar pruebas. A los pocos días, Olga envió un mensajero a Iskorosten (la capital de los drevlianos, situada en el norte de la actual Ucrania) para que enviaran una nueva remesa de mozos. Los primeros estaban, según el mensaje enviado por la reina, viajando por su reino y disfrutando de las múltiples opciones turísticas que ofrecía. La nueva partida fue agasajada con un gran banquete y bebidas espirituosas de alta graduación para terminar en una especie de baños o sauna... en la que fueron quemados vivos. Los días iban pasando y en Iskorosten no había noticias de los mozos casaderos. De lo que sí tuvieron noticia fue del ejército que, con Olga al frente, se dirigía hacia ellos y que en poco tiempo consiguió sitiar la ciudad. Dadas las dificultadas de tomarla al asalto, les hizo llegar este mensaje:

Aquella venganza ya se había llevado por delante muchas vidas y estaba dispuesta a perdonarles si mostraban respeto y, como acto de buena voluntad, cada casa entregaba tres palomas.

Lógicamente, los sitiados no iban a dejar pasar esta oportunidad y así lo hicieron. Capturaron todas las palomas y se las hicieron llegar a la reina. Al caer la noche, los soldados ataron a sus patas pequeños trozos de madera, que previamente habían impregnado con brea y azufre, y les prendieron fuego. Las palomas, asustadas, volaron rápidamente hacia la ciudad. Los palomares y los tejados, construidos de madera, paja y otros elementos altamente inflamables, ardieron provocando cientos de incendios que comenzaron a devorar la ciudad. Los habitantes de Iskorosten salieron huyendo del fuego y pidiendo clemencia, pero Olga no mostró la menor compasión. La venganza se había consumado y el liderazgo de la regente pasó a ser incontestable. Gobernó la Rus de Kiev con mano de hierro hasta que su hijo Sviatoslav se convirtió en rey. Entonces, ¿qué hay de los hechos por los que Olga fue canonizada, porque hasta ahora...? Pues sí, hasta ahora poco o nada hay de santidad y sí mucho de crueldad. Vamos a ello.

Aunque no siempre fue así, a la Rus de Kiev le interesó la amistad y, sobre todo, las relaciones comerciales con el Imperio bizantino, y en uno de estas visitas para estrechar lazos, Olga, adoradora de Thor y Odín en el momento de la partida, viajó a Constantinopla y descubrió la fe cristiana (ortodoxa, pero cristina). Allí se arrepintió de sus muchos pecados (la confesión debió durar varios días) y de sus creencias paganas y fue bautizada. De regreso a su patria, concentró sus esfuerzos en la propagación de cristianismo, pero no pudo superar el mayor obstáculo de todos: a su propio hijo, el rey Sviatoslav, le seguía molando más el Valhalla y las valkirias que el cielo y los ángeles, sean del sexo que sean. Eso sí, sus esfuerzos no serían baldíos, ya que su nieto, el rey Vladimiro I el Grande (por cierto, también santo), en 988 se convirtió al cristianismo (ortodoxo) e inició la cristianización de la Rus de Kiev, creando así el primer Estado eslavo ortodoxo del este de Europa. Se cuenta, se dice, se comenta que la elección probablemente estuvo dictada más por consideraciones estratégicas que por el hecho de hacerle caso a la abuela o por haber encontrado a Dios, y, de esta forma, consolidar las relaciones con la capital del Imperio Romano de Oriente.

Gracias a los esfuerzos de Olga por la propagación del cristianismo entre los pobladores paganos de su país, siglos después fue canonizada como Santa Olga de Kiev.

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