

Algunas experiencias me han llevado a hacerme las siguientes preguntas: ¿Están desfasados los buenos modales? ¿Están perdiendo importancia los modales en nuestra vida personal y social? ¿Es fácil y gratificante incorporarlos a nuestra vida? ¿Pueden ser una arma sencilla para transformar la sociedad? ¿Porqué la grosería se tolera y se acepta en algunos ambientes como si fuese una demostración de libertad o de necesidad para interactuar o ser aceptado en un grupo?
Para poder obtener respuestas satisfactorias, en primer lugar considero que hay que recordar que, según la RAE, los modales son un conjunto de acciones y actitudes que muestran la forma de comportarse de una persona en sociedad, incluyendo la buena o mala educación. Los buenos modales, que se refieren a las normas de comportamiento y etiqueta en las interacciones sociales, son importantes porque ayudan a fomentar el respeto, la cortesía y una comunicación efectiva. Si bien es cierto que los modales varían de una cultura a otra, pero en general, se espera que las personas muestren respeto y consideración hacia los demás.
Sin duda alguna, los modales son una expresión visible de nuestros valores, -educación, cortesía, amabilidad, consideración, comprensión-, y del respeto que tenemos hacia las personas con las que nos relacionamos. La forma en que nos comportamos y tratamos a los demás es un reflejo de nuestro ser y modo de obrar. Además, los buenos modales influyen positivamente en el entorno social, lo hacen más agradable, y ayudan a crear una cultura en la que se valora la dignidad de cada individuo. Las personas que valoran y respetan la dignidad de los demás saben mantener los buenos modales aún en momentos de desacuerdo, lo que, a su vez, es una señal de madurez y de buen carácter. Por eso, los modales no son una mera cuestión de cortesía.
Actuar con cortesía y atención refleja un gran sentido de responsabilidad y compromiso, no solo hacia uno mismo, sino también hacia la comunidad y las relaciones que cultivamos. Además, los buenos modales fomentan la empatía; propician una comunicación más abierta y efectiva; contribuyen a la creación de ambientes armoniosos; demuestran auto-disciplina y control emocional; y poseen un efecto multiplicador al animar a otros a practicarlos.
Yo creo que practicar buenos modales es accesible, sencillo, gratificante y enriquecedor para cualquier persona. Para ello, lo primero sería observar cómo se comportan las personas educadas en diferentes situaciones y cómo interactúan con los demás. Sin embargo, a veces, puede ser útil leer algún libro sobre modales o asistir a algún taller para adquirir habilidades sociales.
Lo más sencillo puede ser hacer una lista y empezar a ponerlos en práctica en las situaciones más cotidianas de nuestro día a día, como pueden ser, el saludar con amabilidad y con una sonrisa a los que nos rodean, sean conocidos o desconocidos; el utilizar palabras poderosas, como gracias, por favor, con su permiso, perdón (...); el escuchar activamente y con interés a los demás, lo que es una muestra de respeto y consideración, para evitar malentendidos; el ser puntual que demuestra respeto por el tiempo de los demás y es una señal de responsabilidad y compromiso; el fomentar un ambiente inclusivo donde todos se sientan valorados y bienvenidos.
Los buenos modales también se demuestran por medio de un adecuado y respetuoso lenguaje corporal y de una postura corporal apropiada a cada situación. Un buen lenguaje corporal, como mantener contacto visual y sonreír, refuerza las palabras y transmite confianza. Una forma poco respetuosa sería dirigir gestos inapropiados u ofensivos, o mantener posturas que indican falta de consideración hacia una persona.
La mejor forma de saber si progresamos, en este campo, es preguntarnos a nosotros mismos o preguntar a los que nos conocen, si somos corteses y respetuosos con los demás. Aunque, hay que ser consciente de que la práctica hace al maestro, por eso hay que tener paciencia con uno mismo y alegrarse con los pequeños logros.
Por otra parte, en algunos ambientes se considera que los malos modales y la grosería constituyen una demostración de libertad o necesidad para ser aceptado en el grupo, o para ser más progre y menos carca. En estos casos, las personas usan los malos modales como una forma de expresar sinceridad, frustración o cercanía, lo que puede interpretarse como una demostración de confianza o libertad de expresión. Además, ya existe el peligro de que, al menos en ciertos ambientes, las groserías se estén normalizando y se vean como parte del lenguaje cotidiano, lo que puede hacer que parezca que son necesarias para comunicarse de manera efectiva o auténtica. Sin embargo, es importante recordar que el uso de groserías puede afectar a quienes nos rodean y que, en otros contextos, puede ser considerado inapropiado o irrespetuoso.
En resumen, nos podemos quedar con que la práctica de buenos modales no solo hace que las relaciones se vuelvan más agradables y efectivas, sino que también es un camino hacia el desarrollo personal y profesional, y la construcción de una sociedad más respetuosa y comprensiva. ¡A por ello!