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Andorra dice hoy adiós al último símbolo de la generación eléctrica con carbón en Teruel Andorra dice hoy adiós al último símbolo de la generación eléctrica con carbón en Teruel
Chimenea de la térmica, ayer en su último día completo en pie; hoy caerá a plomo sobre el parque de carbones. M. N.

Andorra dice hoy adiós al último símbolo de la generación eléctrica con carbón en Teruel

Un total de 265 kilos de dinamita derribarán las 25.000 toneladas del techo de Aragón
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A las 11:30 horas de este jueves, 16 de febrero, se desplomará sobre el antiguo parque de carbones uno de los símbolos de una era industrial dorada para la provincia. Las 25.000 toneladas de la chimenea de la central térmica de Andorra de Endesa, levantada tras meses de esfuerzo en 1977, quedarán reducidas a escombro en cuestión de segundos 46 años después por acción de 265 kilos de cartuchos de dinamita estratégicamente repartidos en su base.

Caras largas ayer durante el laboreo del desmantelamiento. Dos operarios que acondicionaban los viales trabajaban en silencio, mirando de reojo la estructura esbelta de 343 metros que hoy se dará de bruces contra el suelo. “Llevo 27 años aquí y me da una pena tremenda que la vayan a tirar. ¿Qué les costaba dejarla? Ya ni de recuerdo de la identidad de un territorio quedará”, protestaba a regañadientes uno de ellos.

Pero no hay vuelta atrás. Lo intentaron Rolde de Estudios Aragoneses en 2020, auspiciado por la asociación Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa), y una persona a título individual, pero la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón negó la consideración de Bien de Interés Cultural, en la categoría de Bien Industrial, para las estructuras esbeltas de Andorra, el conjunto formado por la chimenea y las torres de refrigeración hiperboloides de 107 metros de altura que ya fueron detonadas el 13 de mayo de 2022.

No hay vuelta atrás

El director general de Endesa en Aragón, Ignacio Montaner, aseguró el pasado 15 de diciembre, durante la presentación del plan de futuro de la compañía para la comarca, que la eléctrica ha “analizado todas las posibilidades que había para traer turismo para crear riqueza en la zona”. No obstante, “mantener la chimenea”, estructura que “está diseñada para unos años”, requiere “invertir ahora millones de euros para que siga de pie” y, además, “hay que hacer un mantenimiento preventivo”, añadió Montaner. De modo que “estamos hablando de varios millones de euros solo para consolidar la infraestructura”, un desembolso que la compañía nunca estuvo dispuesta a hacer. La Administración tampoco lo exigió.

Así las cosas, el operativo de uno de los puntos críticos de las labores de desmantelamiento del que fuera principal complejo energético de Aragón está listo. Seguridad privada, Guardia Civil, Bomberos, equipos de rescate, retén de apoyo, sanitarios, Protección Civil y control de acceso velarán por la seguridad en un doble perímetro establecido de hasta 800 metros.

Todo el protocolo de seguridad fue ultimado días atrás en una Junta de Seguridad celebrada en Teruel. El derribo del techo de Aragón y la tercera estructura más alta de España        –con un diámetro de base de 23,5 metros y de cima de 9,5 metros, desde el que hace pocas fechas saltaron tres paracaidistass– es seguro. Requerirá de 265 kilos de dinamita, 170 detonadores no eléctricos, 108 conectadores de superficie y ocho detonadores no eléctricos.

Se cortarán nueve carreteras y caminos de acceso, después de haber avisado a los propietarios de los terrenos aledaños por carta en los últimos días. Dentro del perímetro solo estará el equipo de voladura, se colocarán pantallas de protección en las calderas y nave de turbinas, y habrá amortiguadores de tierras. La detonación será secuenciada para minimizar la vibración, habrá sismógrafos, drones termográficos, y aspersores para el polvo.

El subdelegado del Gobierno en Teruel, José Ramón Morro, explicó que el dispositivo de seguridad primará que no “haya ninguna intrusión” en el perímetro de la demolición, por lo que habrá un número “suficiente” de agentes “para garantizar que todo irá bien” y no haya “ninguna circunstancia que pudiera provocar accidente alguno”.

Preguntado por si hubo alguna opción de salvar la chimenea desde la Administración, Morro achacó el desmantelamiento completo de la central al proceso de descarbonización. Endesa “ha tomado sus propias decisiones empresariales” y ha decidido “aprovechar los espacios para montar instalaciones que tienen que ver con energías limpias, también con el almacenamiento de esas energías e incluso con el hidrógeno verde”, recalcó el subdelegado.

“Tenemos que ver la apuesta de futuro. Endesa tiene un compromiso firmado con el Ministerio de crear más de 350 puestos de trabajo de calidad, con carácter estable, que con mucho al final superan los puestos de trabajo que pudieron perderse con el propio cierre de la central en el 2020”, añadió Morro. Por último, instó a “echar la mirada al futuro, no al pasado”, y recordó el caso de las centrales de Aliaga y Escucha, cerradas en 1982 y 2013. “Tampoco se ha hecho nadie con nada y lo único que hay allí es un problema”, concluyó.

Fin de la historia

Con la caída de la chimenea dejará de ser visible un hito del sistema eléctrico nacional. Con 224,3 teravatios hora (Twh) producidos en cuatro décadas, la térmica de Andorra abasteció el equivalente al consumo de electricidad peninsular durante todo un año. Hubo que quemar  142,6 millones de toneladas de carbón, el 78% nacional.

Precisamente, la central fue construida por Endesa entre los años 1974 y 1979 al objeto de llevar a cabo un uso extensivo de los lignitos negros procedentes de explotaciones situadas en la cuenca minera turolense, mezclados con carbones de importación. El país estaba en plena expansión industrial y era preciso aumentar la capacidad termoeléctrica ante la intermitencia de la hidroeléctrica.

Tras la integración de los activos de la antigua Empresa Nacional Calvo Sotelo (Encaso), la dirección de Endesa diseñó tres grupos termoeléctricos con una potencia de 350 megavatios (MW) cada uno, que disponían de caldera, turboalternador y torre de refrigeración. Completaban la instalación el parque de carbones –con una capacidad de 3 millones de toneladas, cuyo suelo limpio de hulla y maquinaria amortiguará hoy la caída de la chimenea– y caliza, el sistema de evacuación de cenizas y escorias, y la chimenea para los gases de combustión. También se acometió una gran obra para llevar el agua del Guadalope a la térmica.

El primer grupo de la central  se conectó a la red eléctrica el 16 de mayo de 1979, mientras que el segundo entró en funcionamiento el 12 de enero de 1980 y el tercero el 23 de junio del mismo año. El 30 de junio de 2020, la historia mineroeléctrica de Teruel acabó con la desconexión de la planta después de una muerte anunciada el 19 de diciembre de 2018, cuando Endesa presentó solicitud formal de cierre ante el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, descartando con ello las elevadas inversiones       –unos 180 millones de euros– que ordenaba la Directiva europea de Emisiones Industriales para contaminar menos.

El futuro es renovable

Tras invertir cerca de 500 millones de euros en la térmica desde 1974 –nótese la inflación desde entonces–, Endesa inyectará en los próximos años más de 1.500 millones de euros en la instalación de 1.844 MW hibridados de eólica y fotovoltaica, y en un plan de acompañamiento socioeconómico, con un compromiso de creación de 500 empleos “fijos y duraderos” en 2028, según comprometió en Andorra hace dos meses el director general de Generación de Endesa, Rafael González.

Una transición que los vecinos darán por buena si acaban llegando los centenares de empleos fijos y los 6.000 temporales prometidos. Lo que no terminan de entender es por qué, con tanto dinero sobre la mesa, no hay unos pocos millones de euros para consignar un mantenimiento para la chimenea que hoy se tragará la tierra.