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Estercuel se sumerge en la magia del fuego con su fiesta de la Encamisada Estercuel se sumerge en la magia del fuego con su fiesta de la Encamisada
El fuego prendió rápidamente y los Festeros danzaron alrededor de las hogueras, seguidos por cientos de personas

Estercuel se sumerge en la magia del fuego con su fiesta de la Encamisada

Cientos de personas danzaron alrededor de las piras levantadas con aliagas
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La magia del fuego envolvió Estercuel en el día de su Encamisada, la gran fiesta del fuego y punto de referencia de todas las sanantonadas que se vivieron el sábado por la noche en la provincia. 

Las aliagas hicieron el papel que se les asigna en este evento purificador: prender con rapidez las piras preparadas en las distintas plazas del pueblo, junto a las que pasaron cientos de personas, siguiendo el recorrido que los Festeros realizaron desde que se prendió la primera de las hogueras de la noche, la de la plaza de la iglesia.

Sumida en la más completa oscuridad, Estercuel vivió su Encamisada con los Festeros, con sus capas y sombreros negros, en cabeza y subidos en sus caballerías, siguiendo así un ritual cuyo origen ya nadie sabe precisar en el pueblo.

La primera aliaga de la noche se quemó en un tedero pasadas las siete de la tarde. Desde el portal de los Mártires, el fuego fue recorriendo el pueblo hasta llegar a la plaza de la iglesia, donde los portadores del fuego se fueron colocando alrededor de la hoguera de la iglesia. En unos pocos minutos, la pirámide se convirtió en una bola de fuego que apartó a todos los congregados.

Personajes

La música de dulzaina empezó a acompañar la fiesta y con ella tomaron protagonismo los Festeros, organizadores del evento y que representaban a las fuerzas vivas de la sociedad del Siglo de Oro: el Procurador, el Rey, el Conde y, finalmente, los cuatro Mayorales. A cada personaje se le podía identificar por distinta simbología que llevaban en sus ropajes: el Procurador, como representante del poder popular, tres cintas blancas grabadas y el estandarte de San Antón; el Rey, identificado por las tres estrellas, y el Conde, portador de una pluma en el sombrero.

Todos ellos, junto con los Mayorales, dieron una vuelta a la hoguera subidos sobre sus caballerías y salieron de la plaza los primeros, seguidos por cientos de personas, en busca de las siguientes hogueras que los portantes de los tederos iban prendiendo. En cuestión de pocos minutos, el fuego se adueñó de callejuelas estrechas y alargadas, así que el público tuvo que retar al miedo para pasar por las esquinas que quedaban libres de las llamas.