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Juan Estevan Montoya, vicario de Alcañiz y capellán del hospital: Juan Estevan Montoya, vicario de Alcañiz y capellán del hospital:
Juan Estevan Montoya, en la plaza de España de Alcañiz

Juan Estevan Montoya, vicario de Alcañiz y capellán del hospital: "Me gustaría que la gente viera que la Iglesia es algo más que una institución"

Los años que pasó de sacerdote en el Bajo Aragón, "los mejores" de su vida
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Juan Estevan es sacerdote. Desde hace unos meses ejerce como vicario de Alcañiz, como capellán del hospital y como párroco de Torrecilla. Este año pasado cumplió 40 años. La primera parte de su vida, la infancia y primera adolescencia, la pasó en su localidad natal, La Ceja (Colombia), una población de 60.000 habitantes cercana a Medellín que sufrió en primera persona los estragos de la guerra contra el narcotráfico que libró su país en los años 80 y 90. Para alejarlo del peligro de morir en cualquier momento por el estallido de un coche bomba, sus padres decidieron que estudiara fuera, en Estados Unidos, y allí fue donde decidió hacerse sacerdote para sorpresa de su familia. Juan trabajó limpiando pisos, sacando a perros a pasear, en bares y hasta de jardinero para pagarse los estudios y su estancia en el país. 
-¿Cuando estaba en Colombia, se planteó alguna vez dedicarse a la vida religiosa?
-No. Yo estudié en los Salesianos, pero me marché muy joven a Estados Unidos a estudiar Filosofía y Letras. Y fue allí donde conocí a unos compañeros religiosos que me invitaron a pasar fines de semana con ellos, y ahí empecé. Empecé a estudiar Teología y finalmente me hice fraile. Fui fraile siete años y estuve con los misioneros Claretianos, con los que realicé algunas misiones en América Latina y en las comunidades indígenas que hay entre Estados Unidos y Canadá. Luego  me decanté por por la vida diocesana.
-¿Por qué?
-Porque la vida religiosa es más una vida en comunidad, mientras que la vida diocesana es una vida de parroquia, para estar solo o con algún compañero o dos, pero no más. No se hace vida de comunidad, es una vida más independiente. Cuando me iba a ir a a Washington conocí al Arzobispo de Zaragoza Manuel Ureña Pastor, que me propuso venir a España. Yo dudé, porque pensaba que en España había pocos católicos, que era un país laicista, pero finalmente lo vi como un reto que Dios puso en mi camino, así que acepté y en un mes estaba ya en España.
-¿Cómo se tomó su familia lo de hacerse religioso?
-Mi familia lo supo al final, cuando ya estaba en el seminario. Mi madre lo asumió bastante bien, porque era una mujer religiosa, pero mi padre no tanto. Él era creyente pero no practicante y no le gustó mucho la idea. Estaba bastante dolido, porque pensaba que tanto estudio para meterme en un seminario era como haber acabado en nada. Pero después con el tiempo cambió de parecer, y murió reconciliado con lo que yo hacía.
-¿Qué encontró en España?
-Es cierto que encontré una España muy laicista, donde la religión se rechazaba, aunque la gente es religiosa. Lo que creo es que en España se rechaza lo institucional de la religión, quizá por razones históricas, más que por cuestiones religiosas.
-¿Cuántos destinos ha tenido desde entonces?
-Llegué a Zaragoza en el año  2004. Estuve trabajando como Diácono en Santa Engracia y trabajaba también en La Cartuja Baja. También hice experiencias pastorales en el Alto Aragón y en Egea de los Caballeros. Luego me ordené sacerdote en Colombia y mi primer destino fue Valdealgorfa, Valdeltormo, Valjunquera, Fórnoles… para mí fueron pueblos entrañables. Estuve tres años en el Bajo Aragón y fue la época más linda de mi vida.
-¿Por qué?
-Porque la gente aquí es muy buena. La mejor gente con la que me he encontrado, muy nobles y muy creyentes, y los que no son creyentes son muy amigables. Al principio tienes la impresión de que son fríos y distantes, pero cuando se gana confianza y cariño los tienes para toda la vida.
-Y ahora vicario...
-Después de estar aquí, el obispo me propuso que hiciera un doctorado en Roma. Yo no quería, porque me parecía demasiado, pero por obediencia fui. En Roma estuve cinco años haciendo un doctorado en Teología de la misión. Cuando me doctoré me pidieron que echara una mano aquí como vicario parroquial de Alcañiz, así que llevo la vicaría, llevo también la parroquia de Torrecilla de Alcañiz y la capellanía del hospital, además de la escuela de formación misionera de Zaragoza.
-Es decir, que está usted pluriempleado…
-Sí, pero con el mismo sueldo (risas).
-¿Qué hace un vicario?
-En Alcañiz trabaja de la mano del párroco. Acompaño  al párroco en las áreas pastorales, pero sin descuidar la capellanía del hospital y la parroquia de Torrecilla. Asumo ciertas cosas de la parroquia, para que él pueda centrarse en otras.
-¿Y en el hospital?
-Allí hay mucha faena, pero es un trabajo muy bonito, porque te encuentras con los momentos existenciales de las personas, con la vida recién nacida y con el momento de la muerte. Y la gente en el último momento siempre busca lo religioso, no se quiere morir sin reconciliarse con Dios, con la vida, con la familia. Y es una labor dura, pero muy bonita.
-¿Cómo ve la sociedad española?
-Estamos en una etapa de la historia muy particular. Vivimos un laicismo y una secularización de la sociedad en la que la gente rechaza la religión institucionalizada, aunque la gente sigue siendo creyente. En los pueblos te encuentras a gente que no va nunca a misa, pero que cree absolutamente en la Virgen del Pilar o que va todos los días a Pueyos a encender una vela. Lo religioso se mantiene, aunque lo institucional decae. Nosotros tendríamos que hacer ver que la religión se vive en comunidad, no de manera individual. 
-Hay curas aquí que acuden a cinco o seis pueblos. ¿Eso cómo se lleva?
-Es un tema complejo, y entra en juego la creatividad del sacerdote, que tiene que repartir el tiempo. En todos los pueblos hay gente muy sola, que no ve a los hijos o a los nietos, hay jóvenes desorientados y hay mucho por hacer, y a veces tener cinco pueblos no te permite atender a toda la comunidad como quisieras. A veces te gustaría salir de misa y preguntarle a la gente como está, pero no puedes porque si te demoras cinco minutos llegas tarde a la siguiente celebración. 
-¿Cómo están los seminarios?
-Dependiendo de dónde se mire. En el norte de España y Europa los seminarios tienden a estar más vacíos, pero en el sur no es así. En Murcia, por ejemplo, o en Andalucía, en Córdoba o Toledo hay seminaristas. En Bilbao o a Zaragoza hay menos.
-¿Cómo es que en el Bajo Aragón la mayor parte de los sacerdotes son colombianos o polacos?
-Esta es la Quinta Vicaría, que tiene la peculiaridad de ser muy rural. Desde Valderrobres, a Calanda, Castelserás, Calaceite, Valdealgorfa, Híjar, Caspe, etc hay curas colombianos o polacos, y así hasta Zaragoza, pero cuando llegas a Zaragoza te encuentras a los aragoneses, que se suelen quedar en la ciudad. ¿Por qué? Pues no lo sé, pero es lo que hay.
-¿Cuál es su aspiración?
-Mi única aspiración a corto plazo es que los jóvenes se involucren más en la vida de la Iglesia, que la gente vea que la Iglesia es algo más que una institución, que es una comunidad de personas que busca vivir la fraternidad y la vida en Cristo como una familia, como una comunidad. 
-¿El Papa Francisco ha ayudado a fomentar ese sentimiento entre los cristianos?
-Ha sido una referencia importante. Ha sido un hombre muy para este tiempo, para esta situación que vive la Iglesia a nivel mundial, que invita a vivir la fe de una manera sencilla, sin muchas arandelas. Quiere que vayamos a lo nuclear de la fe, a promover una Iglesia misionera, que no se cierra, que no discrimina y que abre sus brazos a todo el mundo, especialmente a los pobres. Los pobres no tienen porqué ser pobres materiales. Hay pobres existenciales, gente que tiene dinero pero que viven tristes, con depresiones, que sufren enfermedades o que están solos y a los que nadie quiere. Y ahí tiene que estar la Iglesia.