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Fuego Fuego
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Toni Fernández

Una de las peores cosas del verano, sin duda, son los incendios forestales. En nuestra provincia hace algunos años que no sufrimos ninguno de características importantes, pero es inevitable mirar a donde por desgracia los sufren. Dias atrás todos hemos estado pendientes de Gran Canaria, sobrecogen las cifras, más de 10.000 hectáreas arrasadas y miles de evacuaciones. No puedo evitar hacer comparaciones de lo que sería en nuestra tierra esas cifras y me doy cuenta de la tremenda desgracia que supone para quien los sufre en primera persona. 

En los varios enfoques que puede tener un incendio, el más importante es la mirada de los héroes que luchan noche y día por sofocarlo, personal que a veces con medios insuficientes se juega la vida en medio de las llamas, quizás sabiendo que dentro de unos meses tendrán que ir al paro  porque en un país donde el número de funcionarios es altísimo, no hay hueco para ellos en épocas invernales, seguramente no porque no haya trabajo que realizar, sino porque es más económico para el estado. Pero para ellos es su vocación, piensan en salvar vidas, en terminar cuanto antes con la pesadilla que supone un incendio para una región y sus gentes. 

Unido a esto, está el enfoque de la prevención. ¿No es posible que todo este personal realice labores de prevención? ¿Tenemos que esperar siempre a lamentarnos, a que ocurran desgracias naturales e incluso personales para tomar conciencia de lo importante que es la prevención? Seguro que muchas voces autorizadas podrían hablar y debatir este tema, pero también es seguro que muchas desgracias se podrían evitar trabajando con anticipación. Ahora que vamos camino del otoño, este tema se dejará en el olvido hasta el verano siguiente, cuando ya sea tarde.

Por último, está el origen de los incendios. Cuando es natural poco se puede hacer, pero la realidad es que muchas veces la mano del hombre está detrás, voluntaria o involuntariamente. Provocar o tener la más mínima intención sólo cabe en mentes enfermas y mezquinas, pero a veces los descuidos o negligencias también causan grandes catástrofes. Nuestra es la responsabilidad de prevenir, cuidar y disfrutar de nuestros montes, porque como pasa con las personas, cuando faltan, es cuando te das cuenta realmente de lo que has perdido.